COLUMNA INVITADA

Campañas triviales, política diluida

Nuestra comunidad digital nacional tiene más interés por los rumores personales que por los proyectos nacionales

OPINIÓN

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Georgina Trujillo/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Ha sido una jornada electoral atípica, en medio de restricciones por la pandemia que varían de estado en estado, dependiendo su nivel de alerta sanitaria. En general esto se traduce en una falta de eventos multitudinarios de campaña.

Situación que obliga, tanto a candidatos como a sus equipos de comunicación, a centrar esfuerzos en dar a conocer sus proyectos de gobierno a través de las redes sociales; lo que ha venido a evidenciar la brecha que existe entre el discurso y la ciudadanía.

El lenguaje político se agotó, ese conjunto de símbolos que se emiten pero que hoy carecen de significado, impiden una correcta interpretación por parte de los receptores: existe una ruptura. Para recuperar esos significados hace falta un esfuerzo político, pero también ciudadano. Hoy gracias a las redes, los mexicanos exigen un contacto permanente con sus gobernantes que no se limite a períodos electorales; sin embargo, paradójicamente tampoco parecen dispuestos a prestarles atención.

Nuestra comunidad digital nacional tiene más interés por los memes que por las ideas, por los rumores personales que por los proyectos nacionales, y por la discusión más que por el debate.

Para los candidatos y sus asesores de comunicación, ceder a esta dinámica ha significado diluir la esencia del ejercicio político. Hoy nuestra democracia no es un concurso de propuestas, sino de popularidad.

Gana quien más likes y seguidores tenga, no importa si estos se obtienen bailando, cantando y hasta disfrazándose en Tik Tok. Por eso cada vez vemos más candidatos artistas, influencers y menos políticos de carrera preparados para el ejercicio de gobernar.

Los partidos ofrecen estos perfiles porque no han sido capaces de reinventarse, ni de conectar con una ciudadanía cada vez menos informada sobre el funcionamiento de nuestra democracia y sus instituciones. Hace 25 años nuestra educación pública dejó de contemplar en su plan de estudios las materias de civismo y ética.

Ya padecemos los estragos de esa decisión. Un estudio de la UNAM afirma que sólo dos de cada diez mexicanos conocen cuál es la labor de un diputado; cinco de cada diez no piensa votar en las elecciones, y nueve de ellos consideran que las leyes se deben desobedecer si éstas les parecen injustas.

Una sociedad que no se conoce a sí misma, ¿Cómo puede saber qué reclamarle a sus gobernantes? Y en otro sentido, ¿Cómo pueden nuestros gobernantes defender a la sociedad, si no saben en qué consiste su propia labor? Esa es la causa de que haya tantos políticos hoy prometiendo lo que no pueden cumplir y lo que no existe dentro de sus atribuciones como funcionarios.

Hace falta recuperar lo importante de nuestra política: su correcto ejercicio, sus palabras y la esencia de sus símbolos; pero, sobre todo, su justa dimensión. Dejar el encono para propiciar un verdadero debate. Menos trivialidades, más visión a largo plazo. Menos politiquería barata, más construcción de ciudadanía y de mexicanos informados.

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ

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