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El evangelio obradorista ha consistido en la centralización del poder, una estrategia que perjudica principalmente a los sectores más pobres del país

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Desde muy pequeño, el presidente López Obrador fue encomendado –por designio divino- a hacer grandes cosas por su país y cambiar el destino de millones de pobres. Su conexión con lo divino lo ha hecho considerarse alguien especial: el elegido. Esa condición excepcional no sólo le ha dado propósito a su vida; también lo ha encaminado a encabezar una cruzada en favor de los desprotegidos y marginados bajo el principio rector de “primero los pobres”. Ha dedicado su existencia para mejorar los niveles de vida de mexicanos que se han quedado al margen de los beneficios que ha traído la modernidad.

El evangelio obradorista ha consistido en la centralización del poder, la orientación del gasto a la formación de clientelas electorales, enviar recursos a Tabasco por la vía de elefantes blancos y desmantelar la política social emanada de los regímenes anteriores. A pesar de que sus intenciones podrían ser las mejores, sus políticas no han sido acertadas y no han mejorado los niveles de vida de los mexicanos más pobres.

La cancelación del NAIM, la construcción del Tren Maya y Dos Bocas y su nueva política energética han disminuido la inversión extranjera en 12%, lo que seguramente tendrá un impacto en la generación de empleos donde los más afectados serán los pobres. Robustecer clientelas electorales y reorientar el gasto en beneficio de bachilleres, siervos y adultos mayores perjudicará primero a los más pobres. La eliminación de Prospera y programas sociales como las estancias infantiles, guarderías y refugios para mujeres violentadas lastimará primero a los más pobres. La Ley de Austeridad republicana y que se revierta la reforma educativa dañará primero a los más pobres. Ampliar el catálogo de delito que ameritan prisión preventiva oficiosa va en contra de los más pobres. La militarización del país también irá en detrimento de los más pobres. Endurecer el mercado laboral, aumentar los impuestos y generar inflación va en menoscabo de los bolsillos de los más pobres.

No obstante sus buenas intenciones, el desdén con el que ha tratado a las clases medias y la mala gestión económica de la pandemia han generado un punto de inflexión. El presidente López Obrador enfrentará en junio a su electorado, que de acuerdo con la encuesta GEA-ISA, más de la mitad considera que el país va por el rumbo equivocado y el 50% aprueba su gestión. Sólo el 24% considera que tiene capacidad para gobernar y apenas el 18% piensa que es honrado. No es sorprendente que el 15% estime que su gestión ha sido exitosa en el combate a la pobreza. A dos meses de las elecciones intermedias las políticas que ha puesto en marcha han probado ser terriblemente impopulares. El 70% de los encuestados desaprueba la cancelación del Seguro Popular, el 61% condena la eliminación de las estancias infantiles y el 56% el FONDEN.

Al parecer la política pública no cumple con los objetivos declarados por el Presidente. Y padeciendo los costos de sus medidas estarán primero los pobres. El precio para el morenismo podrían ser decenas de curules en la cámara baja. El 6 de junio son las elecciones. Aikir.

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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