TOUCHÉ

Mentira tras mentira

La cadena de mentiras con que nuestro gobierno ha enfrentado la pandemia de coronavirus llevó a México a ser el país con la mayor letalidad del mundo por COVID-19

OPINIÓN

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Alejandro Cacho / Touché / Opinión El Heraldo De MéxicoCréditos: Foto: Especial

La cadena de mentiras con que nuestro gobierno ha enfrentado la pandemia de coronavirus llevó a México a ser el país con la mayor letalidad del mundo por COVID-19. Mentiras a cargo, principalmente, del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Hugo López-Gatell, acompañadas de soberbia, negligencia, irresponsabilidad, indolencia y abyección. Todo, con tal de defender al proyecto político y a su líder.

La soberbia afloró primero. El menosprecio a la pandemia más contagiosa y letal del último siglo fue el sello. Hay que abrazarse, no pasa nada, dijo el presidente. Después, invitó a los mexicanos a salir con la familia, a llevarlos a comer a los restaurantes. Ninguna seriedad para atender la pandemia que comenzaba a cobrar miles de vidas en China y Europa. Esas semanas que tuvimos para analizar y anticiparnos, simplemente, se desperdiciaron. 

Se trataba de no alarmar, de generar la percepción de que López Obrador podía contra eso y más, y que la 4T nos protegería de cualquier mal. Ningún experto, científico, colaborador o asesor supo, quiso o se atrevió a contradecir al presidente para hacerlo ver la realidad. Incluso, Hugo López-Gatell tuvo la osadía de decir que el coronavirus era menos letal que la influenza. Ignorante y negligente, así de claro.

Se resistían a ver la realidad. Se requería ordenar medidas drásticas, pero prudentes. Seguimos en fase dos, yo les diré cuándo, fue el mensaje ante la urgencia de suspender actividades y mandar a todo mundo a su casa. Comenzó el debate estéril por el uso del cubrebocas. López Obrador fue el primero en desdeñarlo. López-Gatell, su fiel vasallo, lo secundó. 

En los hospitales de Europa y Estados Unidos reinaba el caos, la desesperación. Los sistemas de salud estaban desbordados, incapaces de atender a todos al mismo tiempo. Los muertos aumentaban por miles todos los días. Enfermos graves se agolpaban en salas y pasillos de los hospitales, a unos metros de los muertos apilados en bolsas negras.

En México se decidió que la estrategia sería evitar la saturación de hospitales de un sistema de salud sumamente deficiente, débil. Había que impedir a toda costa que en México se repitieran las imágenes  de enfermos en el piso, sin atención y cadáveres uno sobre otro. Quédate en casa era el mensaje para evitar contagios, pero también para los enfermos con síntomas leves. Se pidió a la gente acudir a los hospitales solo si tenían baja saturación de oxígeno. La gente comenzó a morir en sus casas o camino al hospital. Los que lo lograban llegar vivos, estaban sumamente graves.

Contra la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, desde el principio se renunció a aplicar pruebas masivamente para conocer la dimensión de los contagios. López-Gastell dijo que no era de mayor utilidad. Otra mentira.

López Obrador continuó con sus giras, sin cubrebocas, ni sana distancia. Frente a los cuestionamientos de la prensa sobre el riesgo de contagiarse y contagiar, López-Gatell salió al rescate y pasó a la historia. Rastrero, dijo que la de López Obrador es una fuerza moral, no de contagio.

Las mentiras continuaron. Ya domamos la pandemia; aplanamos la curva; el cubrebocas no es de utilidad; no hay medicamentos efectivos para tratar el covid; ya vamos de salida; somos ejemplo mundial por el manejo de la pandemia; tenemos a los mejores expertos (López-Gatell), ya los quisieran en otros países; el pico de la pandemia será el 6 de mayo; nos viene como anillo al dedo; tendremos 6 mil, 12 mil, bueno 30 ó 35 mil muertos; 60 mil muertos sería un escenario catastrófico. 

La lista sigue. La recomendación de la OMS para que México tomara con seriedad la pandemia fue ignorada. Si nos ocultaron o mintieron con detalles del contagio y tratamiento del presidente, y la hospitalización de López-Gatell, ¿en qué más nos van a mentir?

POR ALEJANDRO CACHO
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