COLABORADOR

El Rey Sadim

De aspirar a ser el rey Midas, se convirtió en el rey Sadim, el inverso, el que todo lo que toca lo convierte en polvo

OPINIÓN

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Fausto Barajas/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México

Sin tener una causa justa, bloqueaba y quemaba pozos petroleros en el sur del país.

Sin ganar una elección, se autoproclamó presidente.

Sin tener razón, decía que todo lo que tocaba se convertiría mágicamente en 500 mil millones de monedas de oro.

En el año 18 de este siglo, un pueblo enojado y sin un norte fijo le dio el poder que tanto deseaba. Un poder sin contrapesos, un poder restringido solo por la capacidad propia y la de su equipo.

De aspirar a ser el rey Midas, se convirtió en el rey Sadim, el inverso, el que todo lo que toca lo convierte en polvo.

Cuando llegó al poder, la medianía de vivir en una casa se le hizo poco y prefirió vivir en un palacio. A pesar de reconocer la pobreza en la que vivían casi la mitad de los ciudadanos, no se escatimó los recursos para gastar decenas de millones en los festejos de su llegada al trono.

A pesar de tener un poder sin contrapesos como no sucedía en décadas, las limitaciones individuales y de equipo, así como su dificultad de entender el siglo XXI comenzaron a revelar la naturaleza destructiva de Sadim.

Tocó el aeropuerto en construcción más grande del mundo e hizo polvo la confianza de invertir en el país. Además de esfumar 331 mil millones de pesos, el daño patrimonial más grande de la historia.

Tocó la distribución de gasolina y dejó a medio país sin combustible. Tocó los ductos y explotaron. Tuvieron que repartir la gasolina en pipas.

Tocó la estrategia de seguridad, ordenó la liberación del hijo del Chapo y dejó la ola de homicidios más grande que ha vivido el país en su historia reciente.

Tocó al sistema de guarderías y con ello inició su aniquilación.

Tocó al sector eléctrico y dejó medio país sin electricidad.

Tocó las subastas eléctricas, apostó por el carbón y combustóleo condenando al país a apagones recurrentes y al estancamiento económico.

Tocó al sector petrolero e hizo polvo las inversiones que se detonarían por las rondas petroleras. Al tiempo que su prima recibía contratos por asignación directa de la empresa estatal del sector.

Tocó al Seguro Popular y dejó sin atención médica ni medicinas a casi 60 millones de mexicanos.

Tocó al sistema de vacunación y dejó a dos de cada diez niños sin vacunas. En plena pandemia, tocó otra vez el sistema de vacunación y de tener una capacidad de aplicar 1.6 millones de vacunas al día paso a menos de 500.

Tocó el manejo de las presas y provocó la inundación de muchos poblados de su estado natal.

Tocó la distribución de medicamentos, y los niños con cáncer se quedaron sin ellos.

Tocó el sistema contra la corrupción y lo pulverizó para dar paso a las asignaciones directas en ocho de cada diez contratos.

Tocó las finanzas públicas y endeudó al país a un ritmo de casi 3 mil millones de pesos diarios.

Tocó el sector carretero y solo construyó 119 km por año, mientras una década atrás se construían casi 4 mil km al año.

Lo más grave no es esto. Lo más grave es que Sadim ha tocado la mente y el corazón de millones de mexicanos y les ha inoculado una ideología autoritaria, una actitud cruel y agresiva y una cerrazón absoluta a la evidencia. El juicio crítico y la empatía de millones de personas se ha vuelto polvo. Por eso aplauden a Sadim a rabiar, esperando que el polvo se convierta, algún día, en oro.

POR FAUSTO BARAJAS
ESPECIALISTA EN INFRAESTRUCTURA
@FAUSTOBARAJAS

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