We can work it out
The Beatles
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Hace unos días el capítulo mexicano de la Sociedad Mundial del Futuro (World Future Society) organizó un Seminario sobre los Retos para México en 2021. Agradezco a los organizadores su invitación a presentar los retos y oportunidades que se vislumbran para nuestra política exterior. Tuve oportunidad de referirme a las relaciones con América Latina, Europa, Asia-Pacífico, y al importante papel que México puede jugar en Naciones Unidas, especialmente ahora que ocupa un lugar como miembro no-permanente del Consejo de Seguridad, y en las conferencias especiales sobre biodiversidad, sistemas alimentarios y la lucha contra el cambio climático, que tendrán lugar este año. Sin embargo, por el peso que tiene la relación bilateral con Estados Unidos, mi presentación se centró en buena medida en cómo enfrentar las relaciones con la superpotencia en la era de Biden.
En las últimas semanas han proliferado análisis que aprecian diferencias de enfoque muy marcadas entre los gobiernos de López Obrador y Joe Biden sobre temas centrales de la relación bilateral. Las áreas de preocupación son muy significativas porque incluyen desde la aplicación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC), especialmente sus disposiciones laborales, ambientales y energéticas, hasta la seguridad de ambos países, la recuperación económica, la lucha contra la pandemia y la administración de los flujos migratorios. Muchos analistas desde ahora auguran que la relación bilateral entrará inevitablemente en un periodo de desencuentros, posibles roces y eventual alejamiento. Al reflexionar sobre estas preocupaciones y malos augurios, que no carecen totalmente de fundamento, me vino a la mente aquella canción de los Beatles Podemos solucionarlo (“We can work it out”) en la que una persona insta a su pareja a resolver sus diferencias mediante la razón, la empatía, y el diálogo. En todo caso, nos dicen Lennon y McCartney, autores de la canción, lo que debe evitarse es pasar la vida peleando porque la vida es muy corta. Esto se aplica tanto a las personas como a los gobiernos. Los cuatrienios allá y los sexenios acá se van muy rápido. Siempre se acaban. Trump lo acaba de comprobar. Las oportunidades que no se aprovechen hoy quizá no vuelvan a presentarse.
Estoy convencido que la relación bilateral México-Estados Unidos es única en el mundo por la extensión de su frontera común (3169 kms) y la intensidad de los intercambios de sus comunidades fronterizas, por la presencia de 38 millones de mexicanos o descendientes de mexicanos en ese país, por los 614500 millones de dólares de su comercio bilateral (2019), que convierte a México en el principal socio comercial de su vecino del norte, por los flujos turísticos en ambos sentidos, por las inversiones estadounidenses en México y de mexicanos en Estados Unidos. Desde luego, sigue siendo una relación asimétrica, pero México es cada vez más un socio insustituible para Estados Unidos. Si Biden quiere recuperar el liderazgo global de su país, en un momento de polarización extrema de su sociedad, necesita fronteras seguras y vecinos amistosos y confiables. Solo Canadá y México compartimos esa situación.
El principal reto de México es diseñar nuevos enfoques para tratar de solucionar las diferencias en temas tan sensibles como la seguridad, donde hoy la confianza mutua es casi inexistente, como evidenció el caso Cienfuegos. Urge “resetear” la relación en este campo para auspiciar un nuevo comienzo, en donde México tiene derecho a una relación más equilibrada y sus temas de preocupación, como el tráfico ilícito de armas, sean mejor atendidos por Estados Unidos. En segundo lugar, hay que estar preparados para evitar que preocupaciones legítimas de Estados Unidos en materia laboral o ambiental se conviertan en barreras proteccionistas alentadas por sus sindicatos. Hay que tratar de atraer inversión de China y otros países para reconstruir en América del Norte nuevas cadenas productivas. En tercer lugar, México tiene que definir el horizonte de su propia transición energética hacia energías limpias, como la solar y la eólica, como lo están haciendo cada vez más países, incluyendo China y Estados Unidos. No se trata de renunciar al petróleo o al carbón de forma inmediata, pero sí de definir el plazo de treinta o cuarenta años en que completará esa transición. Debe hacerse para modernizar al país, reducir las emisiones que causan el cambio climático y proteger al planeta. Los países que ignoren las nuevas energías y tecnologías limpias condenan a sus economías y a sus poblaciones al atraso y el estancamiento.
México puede relanzar una estrategia nacional, liderada por el gobierno pero con la participación del sector privado, las universidades y organizaciones de la sociedad civil, para mostrar el enorme valor de México y los mexicanos en Estados Unidos. En el escenario de polarización que perdura en nuestro vecino, debemos multiplicar nuestras alianzas con todos los sectores que se benefician de las relaciones con nuestro país. Podemos empezar por el tema migratorio. México sí puede cooperar con Biden para favorecer enfoques más humanos para contener la migración irregular, y hacer aportaciones para un nuevo enfoque subregional, basado en el desarrollo sostenible y los derechos humanos. Somos vecinos permanentes, socios irreemplazables, no ocasionales. La era Biden requiere replantear nuestras estrategias para solucionar nuestras diferencias: we can work it out.
POR MIGUEL RUÍZ-CABAÑAS IZQUIERDO
DIRECTOR DE LA INICIATIVA DE OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE (ODS) EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
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