LA ENCERRONA

El extraño caso chileno

La ciudadanía de ese país andino le abrió la puerta al pasado. Sólo afianzará el regreso del comunismo trasnochado o de un pinochetismo rancio

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En el mundo de la política nos ha faltado grandeza, unidad, colaboración, diálogo”. Sebastián Piñera,

Para los analistas de los sucesos propios de América Latina, Chile siempre ha sido un estudio de caso en particular. Desde la incidencia de los “Chicago boys” para las reformas económicas en toda la región, el golpe de estado propinado a Salvador Allende en el lejano 11 de septiembre de 1973, para dar paso a la dictadura militar a cargo de Augusto Pinochet, con sus desapariciones forzadas hasta llenar el mítico Estadio Nacional, posteriormente elevando su popularidad hasta el famoso plebiscito del “No” en 1988 y la vuelta a la democracia en la década de los 90 gracias a la “Concertación”, suma de voluntades políticas y sociales.

Aquel modelo económico, político y social denominado como “el milagro chileno” se le comenzaba a notar su agotamiento hasta el estallido social en 2019 por el aumento en las tarifas del transporte pública, esa gota que derramó el vaso y fue el punto de inflexión para revisar si el paradigma educativo y de salud pública permanecía en la ruta correcta. La ciudadanía volvió a decir “No” y el gobierno del magnate Sebastián Piñera recibió un duro golpe a su estabilidad, de cara a los comicios que se llevaron a cabo el domingo pasado y donde el actual presidente no se pudo presentar por tener un proceso abierto por supuesta corrupción.

Sin embargo, el caso chileno sigue siendo digno de un análisis profundo. Los resultados de la jornada electoral sorprenden en varios sentidos. Las coaliciones “oficiales” obtuvieron un muy bajo apoyo en las urnas, por un lado Sebastián Sichel (representante del gobierno de Piñera), representante de “Chile Vamos” apenas logró superar el 12 % de las preferencias. En el otro lado de la moneda, la candidata del centro-izquierda y actual presidenta del Senado, Yasna Provoste, solamente alcanzó el 11.7 % de los votos chilenos. Es decir, las dos grandes agrupaciones políticas que gobiernan el país andino desde 1990 no conjuntaron ni el 25 % de los sufragios de la sociedad, ya no estarán más al frente de la política chilena. Otro punto a destacar fue la participación del candidato Franco Parisi, quien ha estado más de dos años fuera de Chile y quien ni siquiera pisó suelo andino en el transcurso de la campaña, obtuvo 12.8 % de los votos. Un candidato virtual, literalmente.

Debido a lo anterior, sorprende que los candidatos punteros se encuentran alejados del centro del cartesiano político, donde José Antonio Kast, un abogado de 55 años y quien abiertamente reivindica el legado de la dictadura pinochetista y quien permanentemente evoca los liderazgos de Trump y Bolsonaro, basando su campaña en una vieja fórmula “yo o el caos”, logró concentrar la mayor preferencia en las urnas con 27.9 %. Del lado opuesto se encuentra Gabriel Boric, diputado socialista de 35 años y el cual durante su campaña prometió quitar las deudas de los créditos estudiantiles y una mayor política social y quien utilizó como lema “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, obtuvo el segundo lugar  (25.8 % de votos). Lo que propicia que exista una segunda vuelta electoral.

Así pues, las elecciones en Chile nos han dejado con grandes sorpresas y más elementos para seguir analizando. Más allá de los resultados que se den el 19 de diciembre próximo, podemos observar que la ciudadanía chilena le abrió la puerta al pasado. Los contendientes que se presentarán en la segunda vuelta solo afianzarán el regreso del comunismo trasnochado o de un pinochetismo rancio que en nada abonarán al bienestar de la ciudadanía.

POR ADRIANA SARUR
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@ASARUR

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