LÍNEA DIRECTA

La Revolución

La Revolución Mexicana es un evento histórico a estudiar, pero no un experimento a reinventar a costa de la calidad de vida de millones de mexicanos

OPINIÓN

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Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El gran mito de la Revolución Mexicana como elemento unificador de la nación durante el siglo XX se basó fundamentalmente en la exaltación de la figura presidencial, su temporalidad por seis años, y la imposibilidad de hacer política fuera de los marcos del partido único.

Las demandas de sufragio efectivo, no reelección, quedaron limitadas al segundo concepto y la democracia mexicana fue restringida en forma significativa por casi 70 años.

La Guerra Fría de los años 50 sirvió como un mecanismo reforzador del proteccionismo económico y el aislamiento político del modelo de crecimiento hacia adentro.

El autoritarismo mexicano no tuvo que hacer uso sistemático de la represión como los regímenes militares latinoamericanos, sino de un ejercicio selectivo de la violencia y de la intimidación para evitar expresiones de disconformidad generalizada.

El esquema tronó en el momento en que la globalización y la apertura de mercados no pudo hacer compatible el desarrollo económico sin trabas, con un sistema de partido único y libertades contenidas.

Así, paulatinamente el discurso del nacionalismo revolucionario comenzó a morir por no corresponder con una realidad que demandaba democracia efectiva y modernización económica basada en la inserción de México en la economía internacional.

Pero las resistencias a renunciar a los privilegios emanados de ese régimen cerrado mantuvieron viva la esperanza del retorno al país idealizado del siglo pasado.

Cacicazgos locales, empresarios amparados en los grandes negocios de corrupción con funcionarios públicos, y cuellos de botella económicos generados por la ausencia de una libre competencia real en muchos sectores esenciales de la producción y los servicios, terminaron paradójicamente por traer de vuelta a un gobierno que prometió reconstruir el nacionalismo revolucionario sin los defectos del pasado.

Por lo pronto, este voluntarismo imposible de concretarse en la realidad ha llevado al país a una parálisis sin precedentes en medio de una pandemia del mismo tipo.

Refinerías incosteables, trenes y aeropuerto sin planificación alguna y una Reforma Energética que amenaza con echar por tierra el frágil equilibrio macroeconómico producto de la dilapidación de recursos en forma irracional son el resultado de querer transportar al presente un modelo de nación que fracasó en el pasado y no puede reconstruirse en este instante, a menos que se esté dispuesto a destruir buena parte de los cimientos de un México moderno, democrático e integrado al resto del mundo.

La Revolución Mexicana es un evento histórico a estudiar, pero no un experimento político a reinventar a costa de la calidad de vida de millones de mexicanos.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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