En el juego del poker una de las reglas de oro es, si sientes que vas perdiendo el control, levántate y vete, acepta tus pérdidas y continúa tu vida. Otra es que debes jugar con tus conocimientos y probabilidades, ignorando todo tipo de esperanzas.
Precisamente con ese juego, y esas reglas, inició esta semana la segunda parte del sexenio y hay dos hechos fundamentales que lo detonan: 1) la iniciativa en materia de electricidad que pretende reformar la Constitución Federal, y 2) el recorrido de Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador por la Ciudad de México anunciando su precandidatura a la Presidencia de la República. Justo con ella fortalece su base electoral de 18 millones, lo que no hace con Marcelo Ebrard y mucho menos con Ricardo Monreal.
Ambos hechos tienen origen en el golpe histórico que le propinó la clase media (ojo, no los partidos de oposición) en las elecciones intermedias, el cual en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador simplemente no lo terminan de asimilar.
Debido a esa falta de asimilación, Andrés Manuel, bajo un sentimiento de pérdida de control inició el acto político más agresivo y ambicioso que se le ha visto. Parte de una métrica electoral y numérica en la que establece un mínimo de 18 millones de votos para su movimiento que operará a partir de ya, para intentar incrementar en operación, compra de algunos integrantes de la oposición, persecución e intimidación a otros, apertura a diversos políticos a lo largo y ancho del país pero que no le generen una ruptura en Morena, rediseño de los programas sociales, cambios en el gabinete, reacomodo y renegociación de intereses empresariales y operación dura del alcance de gobierno. Todo ello para lograr 25 o 26 millones de votos y que no exista forma alguna que le ganen en el 2024.
Es tan nítida la estrategia que decidió ejecutar que dejó absolutamente claros los antecedentes y efectos de la reforma en materia de electricidad. Los principales interesados en que no avance esta reforma son las empresas internacionales que por años han estado interesados en el sector y las primeras a las que la CNH y CRE les brindaba seguridad jurídica, igualdad de circunstancias políticas, neutralidad y autonomía. Tanto las rondas económicas, subastas, administración de contratos, y transparencia estaban garantizados.
A pesar de que López Obrador tiene pleno entendimiento que no será aprobada por la correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión, decidió apostar por el discurso y la causa: nacionalización de empresas y fortalecimiento del concepto de soberanía. Una apuesta por demás riesgosa, ya que además de ser una provocación a los vecinos del norte apela a un sentimiento nacionalista pasado de época, más cercano a Venezuela y Bolivia, que a esa esperanza "fifí" de acercarnos más a los países desarrollados y la ruta BRICS, OCDE o como se le quiera llamar en materia de desarrollo.
Claro que tendrá litigios y crispará aún más a los que ya de por sí no son sus aliados, a los que ahora quiere enfrentar, con tal de intentar fortalecer esos 18 millones de votos que supuestamente tiene. Es decir, una elección alrededor de un asunto de clases. Como si no hubiera sido suficiente el conflicto frontal con los intelectuales y científicos.
En segundo lugar, sus visitas desesperadas en la CDMX confronta de manera áspera y hasta despectiva a la clase media que exige servicios públicos, que simple y sencillamente consideran muy deficientes y ejecutados por personas con un altísimo grado de ineptitud. Así, Andrés Manuel con Claudia ahora arranca la estrategia a pesar de ellos, no construyendo con ellos.
Es curioso que con su experiencia no comprenda el epicentro y caja de resonancia que es la Ciudad de México, ni que por primera vez desde 1997 la gente haya votado en contra de Andrés, la izquierda y el "progresismo". El Presidente apela a que la zona popular lo salve, lo que no suena ni probable, ni viable, por el creciente malestar que notoriamente está en el ambiente.
En ambos hechos manda un ultimátum a los políticos que operarán. Votan con él la reforma eléctrica, o inicia la persecución. Uno por uno. En la CDMX, lo mismo.
Enrique Peña entendió aunque tarde, que llega un momento en el que levantarse de la mesa es el único camino.
Andrés Manuel López Obrador por lo pronto enojado, desesperado y abriendo sus cartas, parece que decidió forzar la máquina en 2021 y 2022, a ver si le alcanza.
Y no es pregunta.
POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ
MAAZ