La teoría del realismo en las relaciones internacionales argumenta que los Estados actúan siempre según sus intereses y que su objetivo principal es garantizar su propia seguridad. A pesar de que vivimos en un mundo globalizado e interconectado, al inicio de la pandemia los países demostraron que lo más importante sobre todo es proteger su seguridad nacional.
Los Estados cerraron sus fronteras y resguardaron sus recursos para asegurar que sus poblaciones contaran con los insumos médicos necesarios para enfrentar la crisis sanitaria. El sistema internacional integrado parecía que se había esfumado en cuestión de semanas.
Con la distribución de las vacunas contra el coronavirus, los países empezaron a regresar a una cierta normalidad y sus economías se abrieron al mundo de nuevo. Sin embargo, una de las consecuencias que heredó el orden global tras cerrar sus fronteras es la interrupción de las cadenas de suministro.
La rápida propagación del virus en 2020 provocó el cierre de industrias y la mayoría de las personas se encontraban en confinamiento, lo que provocó una reducción en la demanda de los consumidores y de la actividad industrial. A medida que se levantaron los bloqueos, la demanda se disparó y las cadenas de suministro que se interrumpieron durante la pandemia ahora enfrentan enormes desafíos y amenazan el proceso de recuperación mundial.
Los fabricantes y distribuidores de bienes no pueden producir al mismo ritmo que antes de la pandemia. Existe una escasez de trabajadores, una falta de componentes clave, particularmente de materias primas, y hay persistentes atasques en las cadenas de suministro globales.
Las repercusiones de esto se han sentido en todo el mundo. La escasez de energía y electricidad en China ha afectado la producción en los últimos meses, mientras que países como el Reino Unido, Estados Unidos y Alemania batallan por contratar a conductores de camiones. Los puertos marítimos en Estados Unidos y Reino Unido se han visto colapsados con buques que esperan por atracar y contenedores que esperan ser distribuidos. Hay escasez de automóviles nuevos, escasez de chips de computadora y han aumentado los precios de la vivienda, los alimentos y la gasolina.
Como resultado, las entregas no se realizan a tiempo y en muchos países se está percibiendo un alza en su inflación. Si la estanflación- las presiones que empujan lo precios al alza durante periodos de estancamiento económico- se materializa podrá coincidir con la temporada navideña, afectando fuertemente los precios para los consumidores.
El Fondo Monetario Internacional estima que hacia mediados del 2022 la inflación regresará a niveles anteriores a la pandemia. Para Norteamérica, incluido México, la inflación promedio es de 4.3 por ciento este año y un ajuste a la baja a 3.4 por ciento el próximo año. Para México, se anticipa que baje a 3.8 por ciento en 2022 desde 5.4 por ciento este 2021. Dicho esto, Moody’s Analytics advirtió que las interrupciones de la cadena de suministro global “empeorarán antes de mejorar”.
La reacción inicial de los Estados a velar sólo por sus intereses por un lado resaltó lo interconectados que están los países y lo vulnerables que son las cadenas de suministro globales a cualquier tipo de cambio. Demostró que el sistema internacional depende de una red compleja de varias entidades diferentes que trabajan en conjunto para llevar a cabo el desarrollo de un producto o servicio.
Pero, por otro lado, podrá profundizar el nacionalismo que se vivió a principios de la pandemia. Los países quizás optarán por fortalecer sus sistemas de producción internos para no tener que depender de otros para garantizar el suministro de bienes y servicios dentro de sus fronteras.
El tiempo dirá qué dirección tomará el sistema global, pero por el momento las consecuencias las sufrirán los consumidores.
POR LILA ABED
POLITÓLOGA E INTERNACIONALISTA
@LILAABED
PAL