El combate a la corrupción se ha quedado en un discurso selectivo, en unaburla, soberana mentira enarbolada enpromesa decampaña de López Obrador. Aconveniencia se condena a inocentessin evidencias en su contra, y se toleran cínicamentea confesos en por actos de corrupción ligados al círculo más cercano alpresidente, a su familia o a sus protegidos. Pero no queda ahí la corrupción desmedida de este gobierno. Existe otra forma de corrupciónmás persuasiva, no menos perversa,que consiste en utilizar las funciones y los medios ligados ala autoridad para mentir y hacerlo desde el púlpito del poder: romper por completo el discurso público - desde el corazón (de ahí cor-romper) - planteándolo sistemáticamente alejado de la verdad.
¿Qué es la verdad?Es quizá una de las preguntasque másha intrigado a la humanidad entera, incesantemente en su búsqueda.La mejor respuesta es la que un niño de cinco años contestó a su mamá de manera espontánea: “Yo sí séqué es la verdad: la verdad es lo que pasó”. Ciertamente hay distintas formas de aproximarse a la verdad y a veces no resulta tan sencillo. Pero un camino inequívoco de llegar a conocerla es el empleo de la inteligencia para adecuar el pensamiento racional a la realidad tal como es, y no como quisiéramos que fuera. La verdad se descubre; las mentiras, se inventan.Y la verdades objeto de descubrimiento solo cuando la inteligencia se rinde ante la evidencia, o se deja persuadir por ella confiando en el criterio de otros, cuya inteligencia o experiencia reconocemos mayor a las nuestras.
Lo cierto es que el presidente en susconferencias mañaneras – la herramienta cuasi única de gobierno de esta administración - prefiere ahorrarse el disgusto de ver las cosas como son y así comunicarlas, y decide colorear la realidad a su antojo. La fantasía del programa de gobierno de esta administración, si es que existe,se construye sobre la obsesión de losotros datos,obsesión que de genera en patología cuando la mente se vuelve incapaz de conectar los efectos con sus causas o, dicho de otra manera, de relacionar las consecuencias con los actos que las producen. Los ejemplos son innumerables: López Gatell y su gestión galardonada con 600 mil muertes por COVID sigue siendo un “especialista de primera”;el planteamiento de “abrazos no balazos” no tiene ninguna injerencia en el repunte en la violencia de los últimos años; las autoridades no tienen responsabilidad alguna en el desabasto en medicamentos, son los empresarios corruptos;las incapacidad técnica de la administraciónnada tiene que ver conla degradación de categoría en seguridad aérea,es culpa de los neoliberales. Etcétera.
Recientemente, en el contexto de la presentación de la iniciativa de reforma eléctrica en México, Gita Gopinath, sostuvo que el enfoque de cualquier tipo de reforma debe estar dirigido a generar energía de forma eficiente y sostenible con el medio ambiente, advirtiendo que la actual política del gobierno que revierte reformas y cancela proyectos impacta negativamente a los inversionistas. Ante elloTatiana Clouthier secretaria de economía salió al ataque: “Gopinath- la economista en jefe y directora de estudios del Fondo Monetario Internacional, profesora de Harvard y especialista en crisis financieras internacionales, deuda y crisis en los mercados emergentes –opina con mucho desconocimiento”, sentenció. Lejos del humilde reconocimiento de la evidencia y la disposición a ajustar las opiniones ante la autoridad de la verdad, nuestros funcionarios prefieren rendirse a la autoridad del poder en turno y romper el corazónde su discurso.
La verdad se corrompe cuando se sustituye la realidad por una ideologíaque intenta presentar lo falso como verdadero, lo negativo como positivo, lo degradante-como la contaminación ambiental-como beneficioso.No hay más sordo que el que no quiere oír.
POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
PAZ@FERNANDEZCUETO.COM
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