Columna invitada

Diana Natalicio

Ella propició que cientos de jóvenes mexicano se inscribieran a la Universidad de Texas en El Paso, y convivieran y compartieran su cultura

Diana Natalicio
Antonio Meza Estrada / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

“Sabes cónsul, los jóvenes de Juárez, son como los de El Paso…. Merecen el mismo trato. Así que la UTEP les va a dar el privilegio de tomar clases pagando la misma colegiatura a unos y a otros… que sea su dedicación y esfuerzo la diferencia, y no las colegiaturas”, con esas palabras me recibió Diana Natalicio, la rectora de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP), en los primeros días de agosto del año 2000.

A ese proyecto se le llamó programa “PASE”, acrónimo que en inglés significa apoyo a estudiantes de bajo nivel económico.

Yo acababa de llegar como cónsul general a El Paso. Me preocupaba que muchos estudiantes de Ciudad Juárez querían entrar a la Universidad de Texas en El Paso, pero las colegiaturas para externos (tanto al estado como al país) eran muy elevadas. Platiqué el tema con la rectora y a las semanas —después de consultar con sus autoridades— me hizo el anuncio.

Esa facilidad propició que cientos de jóvenes se inscribieran en los años siguientes en esa universidad, y de paso, convivieran y compartieran su cultura con los paceños.

Diana estuvo al frente de la UTEP por más de tres décadas. Su preocupación fue apoyar a las minorías, a las mujeres, a las comunidades indígenas. Creó una escuela de medicina –privilegio sólo de las grandes ciudades texanas— e incrementó el tamaño del campus como nunca.

Su cariño por la cultura hispana la llevó a estudiar los idiomas español y portugués; viajaba con frecuencia hacia Ciudad Juárez, aún cuando otros de sus paisanos desvaloraban nuestra fronteriza ciudad. Tuvo la iniciativa de establecer un programa para que madres e hijas hicieran juntas la maestría, recuperando así a las mujeres que habían interrumpido sus estudios y que con el estímulo y compañía de sus hijas los retomaban. Ahora ambas­ eran compañeras de escuela.

Diana ha sido la mujer rectora con la más amplia carrera en su país y la más exitosa como cabeza de un campus de su nivel en su estado.

Se retiró hace cuatro años y en días pasados nos dejó para siempre...

En un par de ocasiones trabajamos proyectos de apoyo para los estudiantes mexicanos. Tenía una especial predilección por unos dulces duranguenses, hechos a base de leche, nuez y canela, que la mamá de un alumno le mandaba cada inicio de clases. Los fines de semana jugaba softbol con un equipo de la universidad.

Diana fue tan querida que en las graduaciones alumnos y familias se tomaban una selfie con ella y sellaban la retirada con una lágrima. Diana cambió para bien a miles de jóvenes, entre ellos, a muchos mexicanos. 

POR ANTONIO MEZA ESTRADA

YERBANIS33@GMAIL.COM

MAAZ

Temas