Columna invitada

Juramento hipocrático

Quizá los ministros no sepan lo que es la conciencia, o no estén enteradosque, junto a vida,laobjeción de concienciaes uno de los derechos fundamentalesreconocidos de todas las personas

Juramento hipocrático
Paz Fernández Cueto/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

“Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna.”

Porción del Juramento hipocrático. Hipócrates, 460 a.C.

 

“Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad.”

Porción del Juramento hipocrático en la Declaración de Ginebra, 1948.

El juramento hipocrático, aunque a los ministros de la Suprema Corte de Justicia lo hayan olvidado, no es nuevo. Ni fue inventado a punta de sentencias que “inventan” derechos. No. Se trata de la advertencia – el reconocimiento -, por lo menos desde el 450 a.C., del absoluto respeto que por la vida humana debe tener todo personal médico en el ejercicio de su profesión. Una guerra mundial llena de atrocidades y algunos años pasaron para que, en 1948, la Asamblea General de la Asociación Médica Mundial de Ginebra recogiera sobre el papel ese juramento en reconocimiento de lo advertido desde siglos atrás por la humanidad.

No contentos con haber atentado contra el primero de los derechos humanos como es elderecho a la vida,en un nuevo episodio de activismo judicial, la Corte intenta limitar la objeción de conciencia: el principio que establece que, entre otros, el personal médico y de enfermería del Sistema Nacional de Salud, se pueda abstenerde participar en un aborto, precisamente, porque en consciencia consideren que realizar un aborto es ilícito – independientemente de las aberraciones jurisdiccionales de ciertos tribunales. Participar en un aborto implica un procedimiento mortal, contrario a las leyes de la humanidady al juramento hipocrático.Quizá los ministros no sepan lo que es la conciencia, o no estén enteradosque, junto a vida,laobjeción de concienciaes uno de los derechos fundamentalesreconocidos de todas las personas.

Lech Walesa, político y revolucionario, Premio Nobel de la Paz en 1983, líder sindicalista defensor de los Derechos Humanos, llegó a ser presidente de Poloniaa la caída del régimen comunista. Durante una visita a México le oí decir que la diferencia entre lo racional y lo animal consistía en que el hombre,por la conciencia,sabía que tenía que dar cuenta de sus actos mientras que el animal no.Conocía bien la intención de los regímenes totalitarios de inmiscuirse en las conciencias, de violar el espacio sagrado de la intimidadpara ser ellos quienes dicten lo que se debe pensar y lo que no, y actuar en consecuencia.

La conciencia no es un “Pepe Grillo” que sople al oído lo que tenemos que hacer, ni consiste en escuchar la voz misteriosa de un oráculo o adivino. Se tratade un juicio de la razón práctica sobre la bondad o maldad de las acciones y sus consecuencias, de una brújula que señala el camino a seguir entre las múltiples opciones posibles que tenemos al gozar de libertad;de una exigencia que no se impone, ni por la fuerza de la ley, ni por el peso de la opinión pública: se guía por el convencimiento de que, simplemente, hay cosas que no se deben de hacer por ser ilícitas en sí mismas. He desobedecido a la ley, - decía Gandi-, no por querer faltar a la autoridad, sino por obedecer a la ley más importante de nuestra vida: la ley de la conciencia. Los médicos y enfermeras están en todo su derecho de negarse a participar en un aborto si la voz de la conciencia les dice: no matarás.

La conciencia se forma de acuerdo con los principios y valoresde cada persona, y se puede deformar cuando, por intereses políticos o económicos, como en el caso del aborto, se presenta lo malo disfrazado de bueno, lo falso como verdadero, lo negativo como positivo, lo degradante como beneficioso, lo atroz como “un derecho”. Pero existe un principio básico, universal: válido para todas las gentes, todas las religiones y todas las culturas, que se puede resumir en“haz el bien y evita el mal”,o “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a timismo”.

Señores ministros: los derechos fundamentales no se crean ni se destruyen, se reconocen. Así lo dice nuestra Constitución, esa que ustedes tienen por trabajo defender. Así también, la objeción de conciencia no es obstáculo para el ejercicio de derecho alguno porque, digan lo que digan, el aborto no es un derecho. El aborto es una tragedia que todos deberíamos evitar con máxima caridad, entendimiento y empatía hacia quienes se acercan a ella engañados de que solucionará sus problemas.Esas leyes de la humanidad advertidas por el juramento hipocrático no están al capricho de sus sentencias. Al contrario, se deben a ellas y a ellas deben respetar, maximizar y proteger.

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
PAZ@FERNANDEZCUETO.COM

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