En este año de caos, hasta la rosca de Reyes se convirtió en una muestra de botón del pensamiento mexicano. Ahora todo se vive con intensidad, sobre todo para gente como los del Frente Nacional para la Familia y similares intolerantes. También para los niños y adolescentes que necesitan ahora más que nunca, un icono adorable qué amar, por la falta de recreos con sus amigos de la escuela. Lo mismo para los adultos contemporáneos que, como yo, recuerdan sus infancias con juguetes de la Guerra de
las galaxias y demás cosas entrañables.
Un objeto tan sencillo como el aludido extraterrestre, fue calculadamente diseñado por mentes manipuladores, sabedoras de los elementos a incluir, para causar una cascada de suspiros colectivos. Ellos fueron los responsables de que en este país, los religiosos conservadores hablaran del problema que según ellos, significaba para la unidad familiar un Baby Yoda escondido en una rosca tradicional, porque desplazaba al niñito Jesús por primera vez. El consabido debate de si ésta va o no rellena, o si es de mal gusto sopearla con chocolate caliente quedó atrás. Por primera vez en muchos años, la discusión de tan esperado pan festivo, se volcó en disertaciones entre ateos, indiferentes y radicales. Esta novedad me fascina y por eso la celebro.
El tema me parece por demás interesante. En realidad estamos hablando de una imagen controversial, tal y como se habla de los innovadores del arte a través del tiempo. Tal vez este enano verde es el ejemplo con el que podemos explicar la historia de la iconografía en la pintura en general sin aburrir a los demás. ¿Por qué ciertos artistas que en su momento se catalogaron como malditos, lograron trascender el tamiz del tiempo con éxito excepcional? Baby Yoda es Basquiat, Picasso, Artemisia Gentilesci y el movimiento impresionista entero también. Es una metáfora del niño Dios al que Herodes quería eliminar, es el objeto del odio de quienes sienten celos por el éxito ( tal vez temporal) de quienes llevan siglos trabajando para posicionar a su icono de preferencia, como repito, es el hijo de María y José. Pienso igual en mi admirada Yalitza Aparicio cuando obtuvo un éxito rotundo en su debut en la película “Roma”, y que por ello fue atacada por Yuri y Laura Zapata por considerarla advenediza y vulgar. La incursión de Baby Yoda en la vida cultural mexicana es una de las cosas que más he disfrutado en este último jalón de 2020. Reflexionar acerca del por qué algo tan simple como un muñeco novedoso se volvió tan ruidoso, me recuerda el por qué amo el arte y la cultura en general. El tema en realidad es el lugar que hoy ocupa en este momento peculiar. Lo que me viene a la cabeza a manera de conclusión, es la respuesta de Luis de la Calle, cuando Kourchenko le preguntaba (en otro contexto) por qué en México se envidia el éxito ajeno y la respuesta me encantó: “Para realmente convertirnos en un país desarrollado, tenemos que cambiar la forma en la que vemos a los demás y a nosotros mismos, y terminar con la idea de la “impertenencia”, para tomar en cuenta que la suerte del País es la suerte de todos. Tenemos que arraigar en el mexicano el respeto al éxito de los demás. Es decir, no ver en ello el fracaso nuestro o el éxito como un producto del azar.”. Por eso, si Baby Yoda nos está ayudando para vender más roscas y lograr un poco más de dinero ahora que tanto lo necesitamos, qué más da. Dejémonos llevar por la inercia, disfrutemos nuestro momento cursi en la historia de la rosca de Reyes mexicana, y hagamos un sopeo colectivo con chocolate calientito, para que nos sintamos abrazados por esta adorable novedad.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG