Nos hemos acostumbrado a analizar las relaciones internacionales desde la perspectiva de las rivalidades y los conflictos entre los principales Estados y a buscar cada año los elementos para el optimismo. En este que inicia hay mucho que celebrar, sin duda. Con la llegada de la vacuna contra el Covid19 nos estaremos acercando al final de la pandemia que trastornó el mundo en el que vivimos. Asimismo, la presidencia del demócrata Joe Biden abre grandes posibilidades para calmar las aguas internacionales revueltas por el unilateralismo, el proteccionismo y la personalidad de Donald Trump.
Mientras que el 2020 fue el año que nos golpeó duramente, el 2021 debería ser un año de transición hacia la normalidad. A pesar de que seguirá la rivalidad entre los Estados Unidos y China, no desaparecerán los conflictos, por ejemplo, en el Medio Oriente, y se mantendrán las tensiones por los programas nucleares en Corea del Norte y en Irán, vemos este nuevo inicio con la esperanza de regresar a las interacciones políticas, económicas y sociales de antes de la pandemia.
Ahora bien, la pandemia enseña nuevamente que los grandes retos y transformaciones llegan a este mundo inesperadamente. Casi nunca tenemos la capacidad de leerlos y en raras ocasiones estamos preparados para afrontarlos. Así pasó con las dos guerras mundiales, aunque había indicios claros del conflicto. Así ocurrió con la caída del comunismo en Europa del Este. Recordemos que justo a finales de este año se celebra el trigésimo aniversario de la desaparición de la Unión Soviética y el nacimiento de los quince Estados sobre los escombros de este primer país comunista. No supimos anticiparnos a las crisis económicas de las últimas décadas. Tampoco quisimos ver la llegada de la pandemia.
Mejorar nuestra capacidad de previsión y de respuesta a lo menos esperado y/o deseado es, sin duda, un gran reto que exige de los gobiernos tener el valor de marcar nuevas metas, y de las sociedades: de adaptarse a los cambios sin resistir tanto para preservar el status quo. Desconocemos cuáles serán las crisis del futuro. No obstante, la experiencia con la vacuna contra el Covid19 ⸺los primeros en acceder a ella son los países cuyas empresas la crearon⸺ indica claramente que los que están mejor preparados tecnológicamente afrontan nuevos retos con más eficacia. Esta gran lección no debería pasar desapercibida y si de algo debiese servirnos el Covid19 es de enfocarnos en la innovación.
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Por lo pronto, hay dos dimensiones que marcarán la capacidad de los países para responder rápido a las crisis del futuro: la adaptación de las tecnologías verdes y la participación en el desarrollo de las tecnologías relacionadas con el Internet y la inteligencia artificial. Varios países grandes y pequeños ya están plenamente inmersos en esta agenda, aunque hay también muchos que parecen ir en la dirección opuesta. A estos últimos les saldrá caro la factura por no prepararse mejor para el futuro.
POR BEATA WOJNA
PROFESORA DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@BEATAWOJNA