COLUMNA INVITADA

El fin de la pesadilla

Biden y Harris han apostado por recuperar un país que ha salido maltrecho de un experimento de populismo totalitario

OPINIÓN

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Pedro Angel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Cuatro años que parecen cuatro décadas. Cientos de políticas públicas basadas en el racismo, la ambición capitalista, el nativismo cristiano, la xenofobia. Va a ser difícil sacudirse a Trump. Joseph Biden, sin embargo, es optimista. Ayer mismo, a dos horas de haber sido jurado como el presidente número 46 de los Estados Unidos, firmó 17 órdenes ejecutivas. La mayoría de ellas para revertir lo hecho (o mejor, deshecho) por su predecesor. Regresa el país al acuerdo climático de París y a la Organización Mundial de la Salud (el jefe de la delegación será el popular Anthony Fauci, la cara más visible del combate al coronavirus), la cancelación de todos los contratos del infame muro con México; la suspensión del gaseoducto Keystone, con Canadá, el regreso a la regulación y la protección de las áreas de la Antártida y una reforma migratoria ambiciosa para el congreso que busca regularizar a once millones de migrantes. Bien por la ambición, bien por la fuerza y por la rapidez con la que esto se ha hecho.

Mucho se compara el proyecto general de revitalización del país con el New Deal de Roosevelt. Lo que más se asemeja, sin embargo, es con el proyecto progresista de Lyndon B. Johnson, un heredero legítimo de FDR. En el tiempo de Johnson se logró el conjunto de leyes para los derechos civiles y la reforma al sistema de salud que dio por resultado Medicaid y Medicare. Además de un impulso nunca repetido a la educación pública. El miércoles Biden detuvo los desahucios y la deuda estudiantil, pero se sabe que hay un proyecto de infraestructura que generará empleo, revitalizará la economía. Dicho plan corre parejas con un plan de vivienda y con la cancelación de la deuda estudiantil.

Hay un conjunto de crisis que se han juntado y explotado en 2020: una crisis de salud (con el Covid-19 a la cabeza), una crisis de justicia racial y una crisis económica que ha generado un brutal desempleo y el cierre de cientos de miles de negocios a lo largo de los Estados Unidos. La inauguración de Biden y Harris colocó el tema de la unidad como el principal método de reconciliación y cambio. Pero el tema entre líneas tiene que ver con los valores que el nuevo presidente identifica como “Americanos”: oportunidad, libertad, decencia, honor. Se trata de devolver la moral al ejercicio de la política y de, además, colocar a la verdad -así sea dolorosa- y a la transparencia como ejes de conducta. Se siente un profundo alivio. Se siente, además, que puede lograrse. Biden no puede cometer el error de Obama, tiene que actuar con rapidez, con contundencia y aprovechando una mayoría en el Senado que coloca a los Demócratas con un poder que no tenían desde 2010. No es el momento de hacer compromisos por la unidad, se trata de unir en un espíritu común de urgencia: la necesidad de relanzar ese experimento democrático y siempre falible pero mejorable que es la unión, como dijeron los padres fundadores.

Amanda Gorman, a los 22 años la poeta laureada más joven en participar en una jura presidencial, lo dijo claramente. Siempre hay una luz, si se la busca o si se es la luz. Lo dijo también con Hamilton: en todos los rincones del país hay esa luz, hay ese amor por el prójimo, porque hay la voluntad de salir avantes a pesar de haber sido quebrados. Aunque la democracia fue puesta a prueba y puede dilatarse no puede destruírsele. Hay quien critica la calidad estética del poema. Es un error, el género al que pertenece, la poesía pública, exige esa oratoria, esa “épica sordina” que declara que la patria es diamantina, como López Velarde en su momento.

Son muchos los retos, muchas las esperanzas, mucha la división y el odio. Biden y Harris han apostado por recuperar un país que ha salido maltrecho de un experimento de populismo totalitario que colocó al supremacismo blanco en el centro del debate público. Hay que recuperar no solo la moral de la política, sino la política de la moral. Hay que juzgar, hay que dirimir los errores y colocar a los culpables en su lugar. No se puede borrar lo que ocurrió. No se puede ir hacia adelante sin justicia. Lección para todos los populistas del mundo.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU