AYER PENSABA DISTINTO

Problemas en el Imperio

El presupuesto que Estados Unidos invierte para publicitarse en el mundo es incalculable

OPINIÓN

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Fernanda Caso / Ayer pensaba distinto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

Miles de millones de dólares se gastan cada año en programas sociales y educativos para exportar su visión de la democracia y los derechos. Hay una industria millonaria alrededor de películas, series y libros que refrendan la idea de Estados Unidos como el árbitro del mundo.

La cultura popular nos ha vendido la idea de que sería Estados Unidos quien salvaría al mundo de una tercera guerra mundial, quien desarrollaría la cura de cualquier enfermedad que pusiera en riesgo a la humanidad y quien tomaría el liderazgo en caso de
una crisis económica global. A tal punto cree Estados Unidos en su papel de regulador internacional que no titubea justificar el uso de medidas de coacción económica y militar para intervenir en países cuyos líderes autoritarios se rehúsan a dejar el poder o cuyos ciudadanos se organizan para levantarse en armas. Desde un pedestal, Estados Unidos ha predicado en el mundo cómo debe ser un país democrático y moderno.

Es brutal el contraste que existe entre ese discurso y la realidad de Estados Unidos los últimos cuatro años. La llegada al poder de Donald Trump fue una señal clarísima. No solo por el personaje en sí mismo, sino por lo que reveló de los ciudadanos americanos al votar por un hombre racista y misógino que no cree en la cooperación internacional, en el  cambio climático y en los organismos internacionales. El país que se vendía como el estabilizador del mundo, se convirtió en el explosivo de los canales diplomáticos y la solidaridad entre países.

Durante la pandemia, Estados Unidos brilló por su ausencia en términos de soluciones globales. Incapaces de enfrentar el problema siquiera hacia adentro, participaron en la voraz rebatinga de productos sanitarios y equipo hospitalario. Por si fuera poco, justo en medio de la crisis, anunciaron el retiro de financiamiento a la OMS y, finalmente, su salida del organismo.

Las escenas que vimos el 6 de enero en el Capitolio son también parte de ese fracaso de país moderno. El problema no es solo Trump, es que casi la mitad del país está de acuerdo con él y su forma de gobernar. Sí, perdió, pero hay más de 74 millones de personas que votaron por él para un segundo periodo y hay ciudadanos dispuestos a utilizar cualquier método, incluyendo la violencia, para defenderlo. Hoy, a una semana de que Joe Biden asuma la presidencia, el FBI ha advertido la posibilidad de levantamientos armados en los 50 estados y en Washington, D.C.

¿Quién puede salvar al país que se asume el salvador?, ¿qué pasa cuando todas esas ideas de democracia y derechos que se venden hacia afuera no son compartidas por la mitad de la población hacia adentro?, ¿cómo clausurar de un plumazo desde una oficina en D.C. una crisis política que no sucede en África o en Latinoamérica sino en Georgia, en Arizona y en Pensilvania? Para dar respuesta a esas preguntas no hay películas ni series. No hay un programa de USAID con presupuesto y empleados entrenados. No hay siquiera la voluntad de aceptar que el problema no es solo Trump, sino los millones de ciudadanos detrás de él
que seguirán ahí, aún cuando él deje la presidencia.

POR FERNANDA CASO
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