El momento actual en Estados Unidos es preocupante, pero también obliga a considerar la acción de nuevos y viejos factores de poder.
Después de todo, tal podría ser el mensaje ante la reacción de un creciente número de empresas que comenzaron a "castigar" a legisladores que participaron en el cuestionamiento del resultado de las elecciones de noviembre y ayudaron así a que ocurriera el motín que la semana pasada asustó a Estados Unidos y al mundo.
Azuzada por falsos reclamos del presidente Donald Trump, una turba logró ingresar y causar destrozos en el Capitolio, mientras el Congreso estaba en sesión y debatía la certificación del voto del Colegio Electoral en favor del demócrata Joe Biden. El hecho ha sido calificado como una revuelta y hasta como un intento de golpe de Estado.
La reacción de las empresas ha sido más rápida que las consideraciones de las autoridades.
Una explicación podría ser la que ofreció Mike Allen en el diario digital Axios: "El capitalismo estadounidense se basa en una base de contratos legales, todos los cuales, en última instancia, dependen de la fuerza y la estabilidad del gobierno".
"Cuando un Presidente en funciones amenaza esa estabilidad al incitar a una turba insurreccional que asalta la legislatura, las empresas harán todo lo que esté a su alcance para restringirlo".
Podría ser visto tanto como una venganza o como una advertencia del sistema contra quienes abusen de él o pretendan subvertirlo.
Esa sería la razón por la que casi repentinamente las empresas como Facebook, Google, Amazon y Twitter trabajaron conjuntamente para silenciar a Trump y a la extrema derecha, tanto que Twitter desterró permanentemente al mandatario estadounidense, y al igual que otras plataformas, actuó contra los mensajes de grupos neonazis, racistas o incitadores a la violencia.
Esa decisión es un debate por sí solo: ¿Su decisión infringe derechos civiles? ¿Con qué bases se abrogan el derecho a censurar o limitar la libertad de expresión? ¿Ese tipo de castigo es prerrogativa única de los gobiernos? son preguntas para las que hasta ahora no hay respuestas.
Viene luego otro aspecto: la decisión de cancelar donativos y contribuciones políticas a aquellos legisladores que votaron el miércoles de la semana pasada, en favor de propuestas para cuestionar el resultado de las elecciones presidenciales de noviembre, sobre todo después del motín.
Y si se unen las decisiones empresariales en torno a la pandemia durante la primavera, sobre justicia racial en el verano, se puede hablar de un nuevo activismo.
Sin embargo, las empresas son un viejo factor de poder y son un grupo con recursos y, según algunos medios, con más confianza del público que los políticos. Y de acuerdo con Axios, usan ahora sus ventajas para tratar de preservar el sistema de gobierno de Estados Unidos.
Pero, ¿son actores nuevos para un papel viejo o roles novedosos para factores preexistentes?
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1