Para que en el país se pueda dimensionar a conciencia el tamaño de esta pandemia de Covid-19 que derivó en que el año que terminó, -el 2020-, se perdiera en el limbo de una situación totalmente inédita en el mundo que ha dejado un escenario devastador, haría mucha falta que la población dejara de creer que con la llegada de las diferentes vacunas, dicha pandemia, así como por acto de magia, concluyó y ya no hay riesgo alguno. Aquí habría que subrayar que no son la panacea porque apenas superaron la fase experimental y aún hay mucho que explorar sobre los posibles efectos secundarios, reacciones y grado de efectividad.
Con nostalgia, en México se evocan los tiempos de la normalidad que desafortunadamente son parte del pasado y por eso, resulta muy difícil aceptar que en plena contingencia sanitaria tenemos que irnos acostumbrando a esa tan llevada y traída nueva normalidad que por lo demás, la actual administración ha ido construyendo sobre las rodillas luego de un manejo muy cuestionable de esta pandemia.
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Dicho sea de paso el actual gobierno carece de una estrategia perfectamente bien estructurada y diseñada sobre el Plan Nacional de Vacunación, en el que prácticamente no se ha tomado la opinión de los especialistas en el tema, de ahí que cuando las primeras dosis llegaron a nuestro país, líderes sindicales y uno que otro director de Hospital, como el caso de José Rogel Romero, buscaron ser de los primeros en vacunarse, junto con sus familias y cercanos.
Y si en esto de la vacuna el influyentismo es lo que ha prevalecido, es porque, -se reitera-, no existe por lo menos hasta la fecha, un plan para la aplicación. Por eso, por las “benditas redes”, fluyen los “memes”, un día sí y al otro también, sobre cuándo será la fecha en la que la población podrá vacunarse, cuestión que además, nadie en el gobierno ha podido aclarar. Este es otro de los motivos, por eso no es posible que se pueda seguir creyendo que con el arribo de las vacunas ya todo está resuelto en cuanto a la pandemia.
No solo en la Ciudad de México, en otras también a lo largo y ancho del país un buen sector de la población se resiste a aceptar esta nueva, incómoda y riesgosa situación; para ello alegan que no hay que tenerle miedo al coronavirus ya que se puede ir viviendo prácticamente sin tener en cuenta las medidas básicas que aconsejan sana distancia, gel antibacterial y sobre todo el uso correcto del cubrebocas, pero lo cierto es que en esta gestión nadie sabe a ciencia cierta, por ejemplo, cuándo habrá el añorado semáforo verde para que los alrededor de poco más de 25 millones de estudiantes puedan regresar a las aulas de manera presencial; ese es un asunto en el que tampoco se tiene la más mínima certeza.
POR ADRIANA MORENO CORDERO
COLABORADORA
MORCORA@GMAIL.COM