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Oposición y movimientos sociales

Los movimientos sociales, en su proceso de formación, tienen como prioridad definir una agenda clara

OPINIÓN

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Históricamente los movimientos sociales se han identificado con las luchas políticas que los pueblos desarrollan para conseguir determinados fines. Cada movimiento determina, bajo contextos sociales diferenciados su programa, pensamiento y forma de organización.

Es así como los movimientos sociales son representaciones del hacer política por parte de los ciudadanos. En ellos encontramos rasgos de cómo se puede observar a una sociedad en un momento determinado; son expresiones de la forma de pensar del pueblo; reflejo de las condiciones que rodean a la gente en la vida cotidiana; y recipiente del interés que mueve a un grupo de personas.

En este sentido y bajo otra perspectiva —sin menoscabar su valía social— existen movilizaciones con carácter de protesta que no necesariamente desembocan en un movimiento social. Dichas movilizaciones (un buen ejemplo es la protesta cotidiana en las redes sociales) carecen de estructura y sistematicidad en sus planteamientos frente a las demandas ciudadanas y, muy seguramente, frente a alguna posición del Estado. En pocas palabras, no definen una agenda política orgánica y clara. 

Ante dicha perspectiva, es muy probable que un movimiento social, frente a una movilización no estructurada, encuentre mejores espacios de canalización y dialogo para hacer de su causa un interés colectivo y consecuentemente lograr incorporar a otros sectores de la sociedad —más allá de su núcleo— y que sirvan como caja de resonancia de su lucha y agenda (un buen ejemplo son los intelectuales, otros líderes sociales y académicos).

Los movimientos sociales, a diferencia de las simples movilizaciones, en su proceso de formación tienen como prioridad definir una agenda clara en el tiempo que permita identificar a sus integrantes, sus objetivos y la perdurabilidad en el tiempo de sus planteamientos. En otras palabras, su éxito descansa en función de que se defina con claridad los “socios” y los objetivos. En este caso, se pone sobre la mesa con claridad la dimensión, la pertinencia de las banderas que se encabezan y su vigencia en el contexto social. 

Final y probablemente lo más importante es que los movimientos sociales tracen como un objetivo central el institucionalizar sus planteamientos, así como abrir la posibilidad de incorporar nuevos tópicos de acuerdo con las circunstancias políticas y sociales.Dicha canalización institucional , debe andar por el camino más sigiloso y contundente de lo que pueda ser aceptado por la sociedad como la mejor forma de organización.

Es aquí, bajo un contexto de crisis y falta de credibilidad en los partidos políticos, que vale preguntarnos ¿la oposición está preparada para canalizar institucionalmente una agenda de los distintos movimientos sociales existentes en el país? Tengo dudas, pero el presidente López Obrador ya lo hizo con Morena en las pasadas elecciones.

POR EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL
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