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Israel, en crisis de desconfianza

Aunque en el país el índice de mortalidad por COVID-19 sigue bajo y no llega a 1% de los infectados, la sensación es que las cosas están mal, porque no hay una política clara a seguir

OPINIÓN

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Israel fue un ejemplo a nivel mundial por el manejo de la pandemia del coronavirus en la primera ola.

Sin embargo, en la segunda ocupa el primer lugar del mundo en cantidad de nuevos infectados por día, por millón de habitantes, lejos de ser un honor. Pero dado que inclusive ese número depende de factores fluctuantes y no son una verdad absoluta que necesariamente explica todo, lo principal es otro problema: Israel lidia con la segunda vuelta, en medio de una seria crisis de falta de confianza en las autoridades.

Claro está que gran parte de la culpa por los altos números de contagios es de la propia gente que no se cuida lo suficiente, pero la responsabilidad por el manejo de la pandemia debe recaer en los hombros del gobierno, y lo que éste irradia es muy problemático.

El primer ministro Benjamin Netanyahu asegura que se toman decisiones únicamente de acuerdo con el interés nacional, pensando en la salud de la ciudadanía y conforme a criterios profesionales, pero está bastante claro que de por medio también hay presiones políticas.

Cuando el lunes el gabinete Corona cambió una decisión que había tomado, tras amenazas de los políticos ultraortodoxos, el exministro y hoy figura clave de oposición, Avigdor Liberman, lanzó un ataque frontal: exhortó claramente a la población a no acatar las decisiones del gobierno y actuar sólo con base en su "buen criterio", alegando que el gobierno toma decisiones "ilegales" y que lo mejor sería que cada ciudad o pueblo se maneje la situación con las autoridades municipales y con la ayuda del Ejército. "Esto es un llamado a anarquía", respondió airado Netanyahu.

Este martes por la noche, entró en vigencia el así llamado "toque de queda nocturno" en 40 localidades o barrios de ciudades especialmente "rojos" en cuanto a números de pandemia. No todos lo aceptan en paz.

El propio Netanyahu admitió que no puede saber con certeza cuál será el resultado definitivo y que de todos modos, esta medida, que es menos por cierto que un cierre total, no cambiará todo, sino que frenará el aumento de la cantidad de infectados por COVID-19.

Es indudable que no es fácil manejar la pandemia. Aumentan los casos de enfermos graves, como es natural, y la cantidad de muertos hasta ayer en la noche ascendió a 1031. Aunque el índice de mortalidad en Israel continúa siendo bajo y no llega a 1% de los infectados, la sensación es que las cosas están mal, en gran medida porque no hay una política clara acerca de la línea a seguir.

Ni Netanyahu ni sus ministros tienen la varita mágica, eso es cierto. Pero lo fluctuante de las decisiones y más que nada el mensaje que se irradia, es que las presiones sectoriales surten efecto y hacen cambiar rápidamente los planes del gobierno, lo que preocupa de sobremanera. [nota_relacionada id= 1193339]

Al menos al terminar de escribir estas líneas se informó que la semana próxima se firmará en la Casa Blanca el acuerdo de paz entre Israel y Abu Dabi. Un poco de alegría en medio de la pandemia, seguro no vendrá mal.

POR JANA BERIS
PERIODISTA
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