Una de las prácticas más emblemáticas de la antigua Roma dentro del coliseo, era aquella en la cual el pueblo decidía sobre el destino de los protagonistas en la arena. La posibilidad de sobrevivir dependía en algunas ocasiones de la expresión mayoritaria sobre las gradas, interpretada por el emperador con la señal del pulgar (pollice verso) como signo para perdonar o sentenciar a la muerte inmediata. Además en el majestuoso escenario, se ofrecía pan a los asistentes para satisfacer las dos principales necesidades del pueblo y así reforzar la popularidad del César.
En el circo romano se hacía sentir a la plebe su influencia para decidir sobre la vida del defenestrado a instancias del emperador que ofrecía la decisión final a los ciudadanos. Esos legendarios acontecimientos registrados por la historia y la arqueología guardan sorprendentes paralelismos con la realidad en pleno siglo XXI.
México tiene actualmente su versión tropicalizada del circo romano que pretende atribuir al pueblo la decisión que debería basarse en el rigor jurídico de los procedimientos que establece nuestra Carta Magna. Los elementos contra los expresidentes para enjuiciarlos no son alternativos, en un real Estado de derecho deberían constituir una obligación para hacerlos responsables de sus excesos y presuntas responsabilidades, si es que estas no han prescrito en algunos casos. El funcionamiento de las instituciones de procuración e impartición de justicia no debe depender de la “voluntad popular” aparentemente expresada en consultas inexistentes en nuestro orden jurídico, insultantes para el criterio más básico.
Parte de las maniobras operadas por el régimen hacia las elecciones de 2021, se relacionan con la intención de Andrés Manuel López Obrador para atribuir al pueblo bueno una decisión política que le corresponde a él. Si se va a investigar y perseguir penalmente a Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto (de Ernesto Zedillo, nadie ha dicho nada) que se haga con seriedad, no basados en expresiones amorfas disfrazadas de consulta “democrática” carentes de fundamentación.
Este es uno de varios recursos surgido de la manga presidencial, recurrentes en su repertorio rumbo a las elecciones intermedias en las que se pretende concentrar la atención de los electores en el pasado y no el presente, que exhibe errores, simulaciones e inexistencia de resultados.
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EDICTOS
Han llegado a esta columna diversos trascendidos de fuentes acreditadas dentro del Poder Judicial de la Federación que refieren cierto enfado del Presidente de la República hacia la institución que preside Arturo Zaldívar. El motivo es que la mayoría del pleno no avala la consulta para enjuiciar a los ex presidentes. Para una ministra o ministro de la Corte sería causal de manifiesta ignorancia jurídica o confirmación de sumisión, respaldar públicamente el circo romano que se avecina. La firmeza de nuestro Tribunal Constitucional es la última frontera antes del abismo de ilegalidad que amenazaría el trabajo de los juzgadores.
POR ENRIQUE RODRÍGUEZ
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amf / eadp