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¿Te atreverías?

OPINIÓN

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Mi papá era hippie y mi mamá, por mi abuela, algo tiene de marquesa ¡Es real! Aún así de contrastados, se enamoraron en la juventud y tuvieron 3 hijos.

¿Yo? la de en medio, la sandwich suelo decir. Creo que ya ese simple hecho de nacimiento me hizo desarrollarme con un carácter audaz, resuelto. Por eso, cuando me he enfrentado a la toma de decisiones determinantes en mi vida, he sido, más allá de valiente, muy arrojada. Es decir, que no me han temblado las piernas para lanzarme del trampolín.

Creciendo en una casa con las ideas liberales de un hippie y las rígidas de una marquesa, digamos que mi mundo se vio ricamente alimentado en términos educativos. Estudié en un colegio de monjas teresianas desde el kinder hasta la secundaria por iniciativa de mi madre, la marquesa que nunca estuvo de acuerdo en que sus hijas fueran al mismo colegio que su marido: el Madrid, uno liberal fundado por exiliados republicanos españoles y sus descendientes.

Cuando cumplí 15 años mis papás se divorciaron ¡Normal! Ahora que los veo a la distancia no tenían nada que hacer juntos, pero en ese momento sufrí muchísimo la ruptura de nuestra familia. La rebeldía propia de la adolescencia me hizo estar harta de la represión teresiana y mi papá aprovechó el momento para ofrecerme un cambio de colegio. Uno laico, mixto, y cuyo sistema educativo estimulaba a los estudiantes a la investigación y el crecimiento intelectual e independiente.

Era desafiar las costumbres tradicionales de mi mamá-marquesa y, sobre todo, era un reto muy grande para mí en todos los sentidos de la palabra, cosa de la que fui consciente hasta años después.

Mi papá hippie me vio tan dudosa de salir de mi zona de confort, que a cambio de acceder a una educación académica más acorde a sus ideas, me dio un empujoncito regalándome un coche: un Mustang, mismo que no me entregó sin antes haber tomado un curso de manejo. Con 15 años y la correspondiente inmadurez, acepté su oferta y me lancé sin tener idea a lo que me enfrentaría.

¡Fue tremendo! Sentía que no me ganaba la confianza de ningún compañero porque todos me consideraban la “fresita” que llegaba a clases en su Mustang. Y a nivel académico sufrí lo que nunca: ser libre de elegir entre asistir o no a clase, ir a bibliotecas, leer 4 ó 5 libros al mismo tiempo no era la costumbre de las monjas.

Me costó sangre, pero logré acomodar todas las piezas y encontrar mi sitio entre ellas. Incluso revaloré a Santa Teresa de Ávila no por mártir religiosa, sino como escritora. 

Mis padres, tan distintos entre sí, supieron respetar mi carácter, alentar mis decisiones y fomentar mi valentía.

Hoy tengo 47 años y sigo acomodando piezas en lo que encuentro mi sitio en esta nueva vida en la que, una vez más, salté para dejar mi zona de confort.

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI

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