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Indep: Otro símbolo perdido

OPINIÓN

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A diferencia del Presidente, a quien le encanta emitir burdas generalizaciones sobre casi cualquier tema de la política o el servicio público, en esta columna podemos afirmar con objetividad que no todos los funcionarios de la actual administración son, o han sido, ineficientes en su cargo.

Sí ha habido ejemplos de cabalidad y capacidad en el interior del Poder Ejecutivo. Preocupa, por lo tanto, que varios funcionarios cercanos al mandatario, quienes a ojos de la sociedad eran de lo más rescatable de su administración, hoy ya no formen parte de ella.

La renuncia de Jaime Cárdenas Gracia, hoy ex titular del Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep), se suma a una veintena de casos similares de funcionarios que han dimitido, en un acto de congruencia y protesta al mismo tiempo para con el Presidente; en medio de dimes, diretes y denuncias públicas sobre irregularidades en el interior de las instituciones.

Desde su plataforma mañanera el Presidente podrá decir lo que quiera: reprochar, recriminar, acusar y mostrar su molestia, pero no puede negar que las declaraciones de Jaime Cárdenas, así como la de Carlos Urzúa, Javier Jiménez Espiriú o Germán Martínez, en su momento, restan credibilidad al símbolo que él diariamente pretende posicionar en la sociedad: una profunda transformación nacional.

En el centro de este discurso se ubicaba el Indep, institución que se encargaría de hacer justicia al pueblo, devolviéndole los recursos hurtados por la mafia del poder, despojada y combatida heroicamente desde la oficina de Presidencia.

Para llevar a cabo esta tarea puso al frente a un amigo cercano, irreprochable idealista, académico e investigador de perfil ciudadano. Sólo tres meses bastaron para evidenciar la corrupción que aún persiste en el interior de la institución, pero eso no fue el problema. El problema es la “lealtad a ciegas” que pide el Presidente, su persistente autoritarismo y su falta de voluntad para fortalecer las prácticas transparentes. Su necedad por imponer su voluntad sin tener el más mínimo interés en respetar la legalidad, la formalidad, ni las normas. Si hay que desviar recursos, adjudicar directamente contratos, torcer avalúos y prescindir la comprobación de recursos, no importa. Lo que importa es la meta, que para él es símbolo y no esencia.

De esta manera va siendo criticado ya no por sus adversarios, sino por sus amigos cercanos, quienes siempre creyeron en su movimiento y entienden que el verdadero signo de la transformación no está en la rifa de un avión, sino en practicar la democracia y cimentar mejor sus mecanismos y a sus Instituciones.

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Carlos Urzúa en algún momento dijo, “se están tomando decisiones sin fundamento”.

El Presidente debería comenzar a poner atención en estos señalamientos, antes de que le renuncien los colaboradores capaces y cabales que aún le quedan, y su gobierno termine por ser otra desafortunada oportunidad perdida del cambio que tanto necesitamos.

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ
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