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Tan cerca de Dios y de los Estados Unidos

OPINIÓN

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Por invitación de la siempre lúcida Clara Riveros, asistí hace unos días a la presentación de tres libros del historiador Loris Zanatta, que ha estudiado a fondo a los populismos, particularmente a los latinoamericanos, en libros como El populismo jesuita o Fidel Castro. El último rey católico. No intentaré sintetizar aquí sus abundantes y complejas ideas, pero, sin pudores, voy a robarme un par porque, como mexicano que vive y trabaja en México, el país de AMLO, esas ideas me dejaron, en palabras de mi abuela, “de los nervios”.

   La primera característica del populismo es que constituye, así, sin más, una forma del pensamiento religioso, o más precisamente, diría Zanatta, una forma secular del pensamiento religioso: ese pensamiento religioso que no se asume como tal. Se habla con frecuencia en nuestro país del régimen obradorista como de una secta, y del presidente como de un “predicador”. Bueno, puede ser que la categorización no sea, a fin de cuentas, tan injusta. Porque a lo mejor, si eres mexicano, algo te trae a la mente la primera manifestación de ese pensamiento religioso: la “nostalgia de la unidad”. Llevamos casi dos años de escuchar, día con día, citas de la Biblia y referencias a Jesús como a una especie de líder de masas primigenio, con esa peculiar religiosidad obradorista, ese mestizaje de creencias que acepta a la Virgen de Guadalupe, a un católico ultramontano como Manuel Espino o al cristianismo ultraderechista del partido Encuentro Social. También, dos años de referencias a un “todos” que es como todos los todos de todas las religiones: uno que excluye al que no se cuadra, al que piensa diferente: la “comunidad de los creyentes”.

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¿Cómo deben ser esos creyentes? Pobres. Los populismos se parecen en esto: arrancan con la promesa de la prosperidad y, alcanzada sin excepción la bancarrota, terminan por teorizar la pobreza, un modo amable de decir que le rinden culto. AMLO llegó al poder con la garantía de que tendríamos un crecimiento del PIB de un 6%, y, con un -2% en 2019 que será un -12 este año, estamos ya en lo de “Nosotros tenemos otros criterios de medición”, un argumento que lleva aparejado lo de “Impulsar la economía popular”. La idea de economía popular del presidente, recordaremos, encarna en un caballo que le da vueltas a un trapiche para que Genaro venda jugo de caña. “Pobrismo”, que se le llama. La asimilación de la bondad, la moral, a la miseria. O sea, la moralización del Estado.

 Sí, todo indica que seguimos el manualito del buen populista latinoamericano, con esta peculiaridad: los arrumacos que le dedicamos a Trump. ¿Recuerdan lo de “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”? Pues el voto progresista nos tiene cerca de Dios y cerca de los gringos. Dan ganas de rezar en busca de ayuda, ¿no?

POR JULIO PATÁN
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@JULIOPATAN09
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