El aislamiento provocado por la Pandemiano solo afectó la dinámica social, laboral y económica sino también la vida espiritual de los creyentes. Durante muchos meses permanecieron cerrados los templos y las Iglesias. Fueron pocos los ministros del culto que pudieron asistir a los enfermos, administrar los sacramentos o acompañar a los moribundos en el trance más trascendental de la vida y consolar a sus familias.
Ahora que se han abierto las Iglesias al culto público, siguiendo la nueva normatividad,el Cardenal Robert Sarah,Prefecto para la Congregación del Culto Divino, con la aprobación del Papa Francisco publicó la carta: ¡Volvamos con alegría a la Eucaristía!, en la que anima a los católicos a retomar la vida cristiana en su dimensión comunitaria y a acercarse a la recepción de los sacramentos con la esperanza de que este tiempo de ayuno eucarístico haya sido útil para alimentar el deseo y el hambre de volver a recibir la Eucaristía.
Desde sus inicios, la comunidad cristianase insertó en la sociedad consciente de pertenecer al mundo, pero sin someterse a él. Formados en el valor de la vida comunitaria y en la búsqueda del bien común,no hicieron de la Iglesia una comunidad de puertas cerradas. Ya lo decía Tertuliano historiador del siglo II refiriéndose a los primeros cristianos: “Son de ayer y llenan las plazas y los mercados…, se ocupan de todas las cosas temporales”. Solo durante los tres siglos que duraron las persecuciones, se reunieron en las catacumbas para sus celebraciones litúrgicas,arriesgando la vida.
Y a propósito de estos meses que acabamos de pasar de aislamiento involuntario, el Cardenal Sarah nos remite a los mártires de Abitinia-antigua ciudad romana al norte de África- cuando en el año 304,un grupo de 49 cristianos fue condenado a muerte, durante la persecución de Diocleciano, acusados de haberse reunido el domingo Día del Señora celebrar la Eucaristía. Al preguntarles el gobernador por qué y para qué se reunían el domingo, ellos respondieron con una frase que ha pasado a ser parte del acervo cristiano:“¡Sine Dominico nos possumus! ¡Sin el Domingo no podemos!”,afirmación contundente con tal riqueza de significados que resumen todo de lo que el Cardenal Sarah quiere decir:
Sin el Domingo no podemos vivir nirealizar plenamente nuestra humanidad con sus deseos de bien y felicidad.
No podemos perseverar sin el alimento de la Eucaristía -Cristo mismo convertido en pan del cielo- quesos tiene gozos y fatigas del peregrinar terreno.
[nota_relacionada id= 1243901]No podemos vivir sin encontrar a los hermanoscon quienes compartimos la búsqueda del bien en gran diversidad de carismas, historias y vocaciones.
No podemos sin el Domingo, el Día del Señor que da luz y sentido a la sucesión semanal del trabajo ya las responsabilidades familiares y sociales.
Los medios de comunicación y los ministros del culto han hecho un trabajo admirable al servicio de los enfermos y de quienes no podíamos asistir a la Iglesia; sin embargo, nada puede sustituir la recepción física del cuerpo y la sangre de Cristo. Se corre el riesgo de alejar a los fieles de un encuentro íntimo y personal con Él.
El Cardenal nos recuerda que la vida terrena es importante, pero mucho más importante es la vida eterna: nuestra meta es compartir la misma vida de Dios por toda la eternidad.
POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO
Paz@fernandezcueto.com
lctl