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¿Qué te ha dejado la pandemia?

OPINIÓN

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La distancia social, el home school-ing, el home office, las compras en línea, la vida sin reuniones con amigos, sin fiestas familiares, sin duda nos han quitado cosas que valoramos en nuestras vidas. Para nuestros niños y jóvenes, no alcanzamos a dimensionar el impacto que tendrá la falta del juego y espontaneidad que la cercanía presencial con sus amigos les da.

El confinamiento familiar, adicionalmente, implica presiones y conflictos que antes no existían (desde los inventados hasta los reales). Y por si fuera poco, esta demandante situación, es la realidad de los afortunados, de los que tenemos trabajo y posibilidades para adaptarnos a las nuevas exigencias, y no la de un sector mayoritario de nuestra población, para la que el confinamiento, ha acrecentado la desigualdad y los ha marginado aun más del acceso a la educación, a la salud y a la estabilidad económica.

Sí, de alguna forma este aislamiento se ha llevado mucho, pero no menos cierto, es que algunas de las cosas que se llevó, ojalá no regresen, como la costumbre de vivir como autómatas, dejando que la vida nos pase por encima dando todo por sentado.  Y no menos verdadero, es que el estado de privación al que hemos sido sujetos, está preñado de bondades. Pero ¿somos capaces de verlas? El principio de incertidumbre de Heisenberg reza, “el observador modifica lo observado”, que aplicado a lo cotidiano quiere decir, que cuando eres capaz de ver algo, de darle cabida en tu conciencia, tu realidad cambia. Y también su opuesto: a menos que puedas comprender y dar valor a lo que tienes, es como si no existiera. Y a ti ¿qué te ha dejado la pandemia? ¿Qué tiene hoy tu vida que no tendría si no te hubieras visto obligado a detener tu frenética inercia? 

A nivel mundial el 2020 ha traído inmensos desafíos y grandes cantidades de dolor, pero también enormes regalos… como una creciente conciencia colectiva de que somos una sola humanidad, con un mismo hogar y nos toca asumir una mayor responsabilidad. También, saber que necesitamos muchas menos cosas materiales de las que creíamos.

Y hablando del mundo laboral, por ejemplo, el reconocimiento de que hay un montón de cosas que se pueden resolver eficazmente a distancia, lo que generará grandes eficiencias. Pero mas allá de los beneficios grupales, vale la pena detenerse y hacer un inventario personal, ya no de lo que te falta -como es la costumbre-, sino de lo que ahora tienes, que sin las restricciones y el confinamiento, no hubieran llegado a tu vida. Tal vez se despertó en ti la solidaridad social y ello te ha dado un sentido de propósito profundo, y te has volcado a donar tiempo y dinero, tratando a otros como lo que son, tus hermanos. Tal vez ves menos a muchas personas, pero conectas más profundo con algunos pocos, a los que empiezas a contar como tus verdaderos amigos.

Tal vez, a pesar de lo difícil que es organizar los recursos para que todos en casa tengan acceso a la computadora, para la escuela y el trabajo, te das cuenta que nunca hubieras podido pasar tanto tiempo con tus hijos, verlos crecer y madurar, y acompañarlos a definirse cada día más, como ellos mismos. Tal vez, por primera vez en años, hablaste con tu pareja de alma a alma, y se reencontraron en ese espacio que los llevó a decidir hacer una vida juntos. O tal vez, gracias a la desaceleración, has recorrido lo que parecía un desierto interior, en el que fuiste encontrando un oasis de fortaleza, de templanza, de paciencia, que te permitió reconectar con algo en ti que parecía haberse perdido en el tiempo, que ahora te ilusiona y te permite ver con más claridad cómo quieres expresarte y dar al mundo tus mas grandes regalos. 

Vivimos una realidad alternativa en la que el tiempo pasa de manera distinta. Las horas se hacen días rápidamente, que se hacen semanas, que se hacen meses y si, ¡la Navidad ya está cerca! Así que vale la pena detenerse, no perder tiempo, y hacernos preguntas poderosas, que nos permitan ser observadores frescos y apreciativos de nuestras propias vidas. Pues, como decía Rainer Maria Rilke en su libro Cartas a un Joven Poeta, “si tu vida diaria te parece insulsa, no le eches la culpa; cúlpate a ti mismo de no ser lo bastante poeta para ser capaz de ver sus maravillas y su belleza”.

Autor: Javier Careaga
Consultor / Coach / Conferencista 
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