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La apuesta de Francia en Líbano

La postura libanesa del presidente Emmanuel Macron se alimenta de motivaciones diversas

OPINIÓN

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Durante su segunda visita a Líbano el pasado 1 de septiembre, el presidente francés Emmanuel Macron arrancó la promesa a la desacreditada clase política libanesa de llevar a cabo reformas relámpago o enfrentar una sequía de fondos o sanciones selectivas. En por lo menos los últimos tres años de su primer mandato, que está por expirar, Macron no invirtió realmente esfuerzos en la política exterior hacia Líbano.

Cuando en octubre de 2019 los libaneses tomaron las calles para exigir el fin del sistema confesional, el canciller francés Jean-Yves Le Drian no encontró nada mejor para saludar al movimiento que un llamado ansioso a la estabilidad de las instituciones libanesas. Pero tras la gigantesca explosión en Beirut que mató a 190 personas y destruyó la mitad de la ciudad, Macron ha desplegado una diplomacia enérgica.

La táctica del presidente Emmanuel Macron es hablar con todos los actores libaneses, sin tomar partido, primer elemento que lo distingue de otros expresidentes franceses. Su deseo de neutralizar a la clase política incluye dialogar con el Hezbolá (en esto retoma la herencia de Jacques Chirac).

El sistema libanés agoniza desde hace algún tiempo, pero sigue resistiendo gracias a una clase política con amplia experiencia en tácticas de supervivencia –una de ellas, negociar con el exterior planes de salvación– consciente de ser un activo de estabilidad que tanto importa a las grandes potencias. Es una banda que se apoya en la lealtad de las instituciones de seguridad y en la contrarrevolución encabezada por el partido-milicia chií Hezbolá; también en la debacle económica y la pandemia por COVID-19, que sirven como contención de las protestas sociales.

El actual presidente libanés, Michel Aoun, se erige como campeón de ese confesionalismo (y del odio a los refugiados palestinos y sirios). Le organizó una visita a la candidata presidencial de extrema derecha de Francia, Marine Le Pen, en el año 2017, nueve semanas antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Si bien su clientelismo político, como el de sus socios y rivales, parece en aprietos, no dejará de navegar para sobrevivir las presiones y preparar elecciones con el objetivo de ganar tiempo.

De su parte, Macron sabe que el único cambio significativo en Líbano sería el fin del confesionalismo con una nueva Constitución y ley electoral (la actual se basa en disposiciones que imposibilitan la unidad nacional y la práctica de la ciudadanía, como el reparto administrativo y la edad para votar de 21 años).

Macron sabe, también, que otros ya le disputan la cancha libanesa, entre ellos está Turquía, país con quien Francia encara crecientes tensiones, en particular por su respaldo a diferentes bandos en Libia y una disputa con Grecia sobre las fronteras marítimas en el Mediterráneo oriental.

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POR MARTA TAWIL

INVESTIGADORA EN EL COLMEX

ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX

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