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"La mente desnuda"

OPINIÓN

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Desconocía que se llevan a cabo carreras deportivas en la que los participantes van como Dios los trajo al mundo. Era de 15 kilómetros y algunos corrieron sin ropa pero con mascarilla.

Este fin de semana hubo una de ellas en EEUU y, para mi sorpresa, aún con la pandemia no fue cancelada tal como sucedió con el Maratón de la Ciudad de México.

Hice una primera carrera hace años sin haberme entrenado para ello. Era de 10 kilómetros a lo largo de una parte del Circuito de Ciudad Universitaria.

Tenía que salir con un contingente de colegas de la televisión, pero la dificultad para encontrar un sitio de estacionamiento, me hizo llegar al punto de salida cuando ya habían avanzado.

Enrique Garay, quien estaba al micrófono animando a los participantes aquella fresca mañana de otoño, me dijo que saliera con los corredores profesionales, que están en primera línea.

Yo le insistía que no podía puesto que, obviamente, no llevaba el mismo ritmo que ellos; Con miedo los miré unos metros detrás de mí moviéndose como licuadoras para no enfriar sus músculos; parecían toros de lidia a punto de salir al ruedo. El hombre que iba a dar el balazo de salida me gritaba enérgico: “¡Quítate de ahí, te van a aplastar, salen con furia y te van a arrollar, no la libras, quítate, quítate!” Y al mismo tiempo Garay me animaba a salir:

“¡Tú puedes güera, sal con ellos, no te rindas, estás lista, corre!”.

¡Pum! Tronó el balazo de salida y yo giré mi cabeza un segundo hacia atrás para ver cómo era verdad que se me acercaba peligrosamente una manada de enardecidos corredores  dispuestos a dejarme convertida en un tapete sobre el cemento.

No me quedó otra más que correr a toda velocidad para no quedar aplastada por ellos tal como me lo advirtió aquel hombre. A pesar de mis esfuerzos me rebasaban cientos de rapidísimos corredores en lo que yo exponía mis pulmones a su máxima capacidad.

Llegando al kilómetro 1 ya estaba completamente acabada, no podía con mi alma y comencé a reprocharme mentalmente: “En qué momento me metí aquí, ni que fuera Ana Gabriela Guevara, qué necesidad de estar un domingo a las 6 de la mañana muriéndome en la pista, cuando podría estar en mi cama deliciosa”. [nota_relacionada id=1207763]

Mi verdadera carrera no estaba ocurriendo en el circuito, sino en mi mente que me machacaba como enemigo acérrimo para no seguir.

Dejé de escuchar esas voces y subí el volumen de mi entorno. Puse atención a las pisadas de los corredores, a los pájaros cantando al amanecer, a señores mayores corriendo a mi lado y animándome a seguir “¡Vamos Atala, sí puedes!” Lo cual, admito, me avergonzó.

No me rendí, corrí trozos, caminé otros, pero ¡Terminé la carrera!

Lo que hay que llevar desnudo en la vida es la mente para así escuchar esas voces que sí te ayudarán a llegar a tus metas.

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI
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