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"El fan más entregado"

OPINIÓN

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En México sabemos que muchos grupos, como Maná, han logrado gran trascendencia a nivel internacional.

España es uno de los mercados en donde más éxito han alcanzado los tapatíos y, desde que vivo aquí, aprecio esta notoriedad desde un punto de vista diferente.

Hoy mismo, mientras vacaciono al sur del país estando en una terraza, unos vecinos tenían puesto un playlist con las canciones más escuchadas de Maná.

Sentí nostalgia y se me erizó la piel.

La primera vez que vi a Maná tocando en vivo fue durante un concierto en el extinto Hard Rock de Acapulco cuando aún no despuntaban y luchaban mucho por hacerse un lugar en la escena del rock nacional.

Pasaron quizá 20 años para que tuviera la oportunidad de volver a verlos tocando en vivo en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México. Confieso que nunca me hice muy fan de sus canciones porque todas me sonaban iguales, pero siempre los reconocí como extraordinarios músicos, de ahí la importancia de verlos tocar en directo.

Gocé cada minuto del show, porque además de tenerlo muy bien montad, ellos generan una energía muy impresionante que conecta de inmediato con su público, es decir, que es imposible no prenderte con sus rolas.

Pero algo sucedió esa noche que fue lo que más disfruté del concierto.

Junto a mí había una joven madre soltera que iba con sus dos hijos. Uno de ellos aún en brazos y otro que no tendría más de diez años.

Este mini fan de Maná me conmovió tanto que comenzamos a entablar una conversación.

Su mamá había ahorrado durante meses para poder comprar las entradas al show.

El pequeño se había convertido en fiel seguidor de la agrupación gracias a ella pues desde que nació escuchaba sus canciones. No era de extrañar que estuviera de pie desde que sonaron los primeros acordes del concierto hasta que finalizó; sin cansancio bailó y coreó todas y cada una de las canciones que Maná tocó esa noche. No vi a ningún fan tan entregado como ese niño, tampoco vi a nadie más emocionado que a él. Levantaba los brazos y cantaba con la ilusión de que alguno de esos 4 músicos sobre el escenario le lanzara una mirada y notara su idolatría. Yo misma comencé a desear con todas mis fuerzas que algo así sucediera, tenía incluso ganas de llevarlo hasta la punta del escenario con él para que se percataran de que ahí estaba su fan más incondicional.

El nene me dijo que Maná era su grupo favorito y que de grande le gustaría convertirse en guitarrista de un grupo gracias a la influencia de Maná.

Lo más tierno fue ver a la madre y su hijo coreando juntos las canciones abrazados; ella no dejaba de sonreír lanzándole a su hijo las miradas más dulces y enamoradas.

Esa noche aprendí a ver a Maná con otros ojos, no los de su éxito internacional; reconocí su mérito para ser ídolos musicales. [nota_relacionada id=1197678]

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI
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