Antes de la mañanera de ayer, no pocos consideraban que el gobernador queretano Francisco Domínguez era un “cadáver político”. Se equivocaron.
Su respuesta frente al Presidente de la República fue imponente. Y desde luego, nada fácil.
El mandatario panista mejor posicionado rumbo al 2024, aprovechó la visita de Andrés Manuel López Obrador y su primera mañanera en Querétaro para —desde la cancha del propio Presidente— referirse al video en que aparece su ex secretario particular recibiendo dinero en el Senado.
Nervioso estaba. Sudaba. Sentía y notaba la dureza de la mirada del jefe del Ejecutivo al volverse a mirarlo mientras hablaba: “En mi vida siempre he dado la cara y hoy no será la excepción. Los gobernantes tenemos la obligación de enfrentar los hechos. Más, cuando se trata de calumnias, de infamias, de ataques centrados en cuestiones políticas.
“El señor Emilio Lozoya ha pretendido involucrarme con una bajeza inaudita en actos de corrupción, ha aportado sólo sus dichos que valen lo que su prestigio: nada.
“(…) Por mi parte, no tengo nada que temer, nada de qué avergonzarme y nada que ocultar”.
La tensión se percibía en los acompañantes del Presidente que no daban crédito a lo que escuchaban. Los secretarios de la Defensa, Marina y Seguridad clavaban su mirada en la figura de Pancho Domínguez. No perdían palabra.
Los dichos de Emilio Lozoya son una “infamia”, calificaría el gobernador.
“No se puede creer en las palabras de un delincuente confeso. Y hoy doy la cara aquí y ante la autoridad. No busco la protección a cambio de inventar falsedades”.
López Obrador lo fulminó con la mirada. Respiró profundo. El queretano concluyó: “Doy la cara y defenderé mi nombre... Este será el único posicionamiento público que daré a este respecto”. Atónitos quedamos muchos. Muy rara vez se ve algo así: una confrontación política tan dura, tan directa —y sobre todo de manera pública— entre un Presidente y un gobernador. El acribillamiento de Domínguez desde la prensa de la mañanera era de esperarse. Pero AMLO contuvo al pelotón. Sabía que aquello terminaría muy mal si lo dejaba correr.
—El gobernador ya fijó su postura lo hizo con mucha claridad y dijo que sería su única aclaración sobre este tema, ¿por qué no tratamos de dejar para otro momento este asunto? Incluso, hasta por respeto, por urbanidad política…, planteó el Presidente.
El médico veterinario respiró. A pesar del enojo, el Presidente no lo entregaba a los lobos. Y él, PanchoDomínguez, no sólo no terminaba como un “cadáver político” —al menos por ahora— sino que levantaba admiración entre los suyos.
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POR MARTHA ANAYA
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