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¿Para qué son las cicatrices?

OPINIÓN

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Tengo pocos recuerdos de cuando no tenía más de 3 años, pero los que tengo es porque me han dejado marcada física o emocionalmente.

Estaba en una comida familiar de mi lado paterno en casa de una tía abuela que tenía un pequeño jardín en la parte delantera de su casa donde había montada una especie de aldea de Los Pitufos.

La familia de mi padre es muy numerosa, así que esa tarde había mucha gente en tal comida.

En ese pequeño oasis infantil había montados unos hongos de cerámica rojos gigantes y unos gnomos alrededor de un columpio en el que todos los niños de la fiesta nos fuimos a jugar mientras los adultos reían brindado con sus copas de vino en la mano.

Atardeció en medio aquella gran comilona como solía acostumbrarse en esas reuniones y, mientras estaba yo delante del columpio observando a los niños más grandes jugar alrededor de él, de pronto el vayvén de las cadenas metálicas que sujetaban el banco vacío, vino hacia mi pequeño cuerpo e impactóse directo contra mi barbilla.

Mi diminuta figura cayó hacia atrás sobre el pasto y en cuestión de segundos tenía a mis padres y otros tantos adultos rodéandome para levantarme.

El golpe del metal en mi barbilla la abrió en una herida bastante escandalosa, porque la cara suele ser bastante sangrona, es decir, que sangra mucho. Afortunadamente el esposo de la tía Cucú, dueña de la casa, era médico y supo colocarme unos vendoletes evitando así una ida al hospital que requiriera puntadas. Protegió mi herida cubriéndola además con un trozo de algodón, y cuando terminó, recuerdo estar asustadísima entre los brazos de mi madre, mirándome frente a un espejo en la zona del comedor y el tío Pepe, quien me curó, y otros adultos más, diciéndome que tenía una gran barba blanca como la de Santa Claus, lo cual me causó cero gracia.

No recuerdo cuánto tiempo pasó para que sanara mi herida, ni cómo fue ese proceso.

Lo que sé es que hasta la fecha tengo en la barba una cicatriz alargada de aquel accidente que me llegó estando de pie solita mientras reía viendo cómo jugaban mis primos delante de mí.

Cuento esto porque a veces, en la vida, nos puede pasar lo mismo. [nota_relacionada id=1187640]

Sin esperarlo, sin deberlo ni temerlo, nos puede caer un impacto aunque no seamos parte de la acción que otros están ejecutando ¡Sí, sucede! Sucede que resultes herido en un evento que no planeaste ni viste venir.

Es verdad que, en su momento, no me hizo ninguna gracia que una herida que me dolía, encima, me hiciera parecerme a Santa Claus, pero ahora pienso que el tío Pepe y compañía, solo intentaban hacerme olvidar el dolor dándole la vuelta con un poco de risa.

Hoy sé que cuando la vida me golpea, solo hace falta tocarme la barbilla, sentir mi cicatriz, acordarme de Santa Claus y saber que con eso todo puede cambiar…

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI
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