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Convergencias en tiempos del COVID-19

OPINIÓN

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El 20 de julio, el parlamento egipcio votó por unanimidad a favor del despliegue del Ejército nacional fuera de la frontera del país, lo que podría ponerlo en conflicto con el ejército turco dentro de Libia. Un día después, el gobierno de Etiopía anunció que el objetivo del primer año (de un total esperado de tres) para llenar la Gran Presa del Renacimiento se había alcanzado. Financiada en parte por China, la presa podría privar a las poblaciones de Egipto y Sudán de tierras cultivables y arrojar a la pobreza a millones de trabajadores agrícolas. El problema no está cerca de resolverse, a pesar de las iniciativas de la Unión Africana. 

Estos fuegos cruzados tienen lugar en el marco de la pandemia, de la que Egipto es el país norafricano más afectado, con hasta el momento cerca de 92,062 casos confirmados y la sospecha generalizada de que los números reales son drásticamente más altos. Los temores sobre la propagación incontrolable del virus se ven agravados por la densidad demográfica del país de 100 millones de habitantes. La realidad de la amenaza sanitaria fue desestimada en Egipto por varias celebridades que se burlaron públicamente de la pandemia, así como por teorías de conspiración. Los medios estatales al comienzo de la pandemia promovieron el discurso de que Egipto era “intocable” y que los egipcios eran “inmunes” al COVID-19. 

Hay paralelismos entre México y Egipto que pueden establecerse, derivados de su relevancia geográfica y demográfica, la privatización, la debilidad del Estado, el deterioro de los derechos colectivos de los trabajadores y de la protección social, el empobrecimiento de la clase media. Ambos países resienten la necesidad de asumir el liderazgo regional para contener las repercusiones de conflictos violentos en países vecinos. Temas transfronterizos como la repartición del agua de ríos acarrean desafíos enormes. México y Egipto, además, enfrentan problemas más arraigados como la corrupción generalizada, las desigualdades sociales y la pobreza sistémica. Sus regímenes suelen instrumentalizar diversos roles de política exterior, entre ellos ser aliados y socios de Estados Unidos, para obtener legitimidad. Recientemente, además, en Latinoamérica, Medio Oriente y África subsahariana se ha desarrollado una nueva competencia de seguridad; involucra en grados distintos a China y Estados Unidos, Irán, Turquía y Rusia (en África se suman los países del Golfo). 

Persisten, desde luego, diferencias significativas entre las situaciones económicas y políticas de México y Egipto. Pero la crisis ante el COVID-19 evidencia dinámicas de gobernanza más amplias, que diluyen los rasgos teóricamente distintivos de los sistemas autoritarios y democráticos.

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POR MARTA TAWIL

INVESTIGADORA EN EL COLMEX

ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX

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