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La crisis que viene

La economía casi se paralizó como resultado de las medidas de prevención, pero esta situación se exacerbó por las condiciones de inequidad

OPINIÓN

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El mensaje es claro: cuando superemos esta emergencia sanitaria, tendremos una crisis alimentaria mundial. Eso significa que un mayor número de personas no consumirá los alimentos suficientes ni adecuados, poniendo en peligro inmediato su vida y sus medios de subsistencia.

Quizá lo más terrible es que esta crisis alimentaria está basada en la crisis económica y social que arrastramos desde hace décadas, pues no tendrán para comer porque no podrán pagarlo. Actualmente, 820 millones de personas en todo el mundo pasan hambre.

Del más pesimista al más optimista, se estima que tras superar la crisis sanitaria se sumarán 20 millones de latinoamericanos a las vergonzosas estadísticas de inseguridad alimentaria. Como signo de la pandemia, quedarán 215 millones de pobres en toda la región. 83 millones de ellas y ellos, en pobreza extrema.

Hoy, 23.8 millones de clasemedieros avanzan inexorablemente a la pobreza. Incluso la clase media-alta aportará 2 millones de personas a este obsceno juego de movilidad social; aunque, eso sí, la clase alta aumentará de 19 a 20 millones de personas.

Sí, es cierto que la economía casi se paralizó como resultado de las medidas de prevención, pero esta situación se exacerbó por las condiciones de inequidad ya existentes.

Tras décadas de neoliberalismo, se desmantelaron y saquearon los entes encargados de los servicios básicos –como los de salud y agua potable, hoy tan urgentes–, y se perdieron derechos, como los laborales, lo que provocaría la precarización del trabajo con modelos como la subcontratación.

Si no hacemos algo ya, lo que sigue es la inestabilidad social. No es que yo la llame; la historia ha demostrado que el hambre es un motor social muy poderoso.

Luchamos por recobrar muchos de esos derechos que perdimos para enriquecer a unos cuantos, pero principalmente por hacer valer dichos derechos. La pensión para adultos mayores, por ejemplo, ya tiene rango constitucional.

Sin embargo, no es suficiente.

Ningún gobierno puede ni podrá solo, porque no hay recetas mágicas ni atajos. Transformar nuestra realidad implica realizar cambios profundos y romper con la ideología capitalista que nos impusieron, esa que nos hace creer que primero yo y luego yo también, o que el esfuerzo lo es todo, como si la falta de oportunidades fuera un chiste.

La solución es organizarnos y entender que si no participamos todas y todos jamás habrá un cambio verdadero. Debemos organizarnos con nuestros vecinos y vecinas, en nuestras colonias y barrios, para primero entender cuáles son nuestras necesidades comunes, y luego buscarles solución.

Solo así podremos hacerle frente a la crisis alimentaria que viene y que es sólo un nombre rimbombante para un hecho tan simple como macabro: la gente se va a morir de hambre. Debemos evitarlo. Podemos evitarlo. [nota_relacionada id=1093502]

POR CIRCE CAMACHO BASTIDA

COORDINADORA DEL GRUPO PARLAMENTARIO DEL PARTIDO DEL TRABAJO EN EL CONGRESO DE LA CDMX

@CAMACHOCIRCE

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