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Contagiándonos

OPINIÓN

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No sólo los virus se contagian, también las actitudes, energías, patrones de comportamiento y energías.  

No queremos sentir. Sentir nos hace vulnerables. Sentir nos hace parar y ver hacia dentro. Si paro, siento. Pero pareciera que el mundo está exigiendo en este momento que paremos. Para no sentir trabajamos en exceso, nos ocupamos, comemos, dejamos de comer, compramos, tomamos, nos drogamos, nos endeudamos, peleamos, enfermamos, hacemos ejercicio en extremo, nos cortamos, arrancamos el cabello, y cualquier sin número de comportamientos que, llevados al extremo, resultan destructivos. Y todo para no sentir. 

¿Qué es a lo que tenemos tanto miedo de vivir? ¿Abandono? ¿Pena? ¿Rechazo? ¿Culpa? ¿Vergüenza? ¿Desamor? ¿Humillación? El gozar no es un capricho, es un derecho. Pensamos que ser feliz es un acto de egoísmo en vez de un acto de amor hacia los que nos rodean. 

¿Qué puedes dar si no tienes nada?, ¿cómo puedes dar felicidad si no la posees? Líderes de familia, políticos o empresariales llenos de envidias, rencores, resentimientos, enojos y rechazos permearán eso en sus familias, instituciones, partidos políticos o empresas. 

Hay que saber que en todo momento existe la oportunidad de cambiar y elegir ser diferentes. Los recursos son infinitos y están dentro de nosotros. Hay que contagiarnos de felicidad, triunfo y gozo ajeno. Así podremos cambiar nuestra energía para poder atraer todas las cosas y circunstancias que deseamos.  

El no participar en la felicidad del otro no me acerca más a tenerla yo, en cualquier ámbito: económico, político, social o en la salud.  Al contrario, al estar resentido al respecto, repelo mi propio éxito.   

Hay que aprender a compartir y participar en la felicidad ajena, a perder el miedo de no tener lo que tiene el otro. Al contrario, si lo celebro y comparto, más seguro se me puede contagiar. Esa es la vibra que hay que generar.  En estos momentos de crisis social y de salud ya debería quedarnos claro. 

Lo que yo te hago a ti me afecta directa e indirectamente a mí.  Por eso necesitamos un contagio de autenticidad.  Como clientes, lo exigimos a las marcas en que decidimos invertir, como votantes a nuestros políticos, como socios a nuestro líder comunitario, como miembro de una familia a nuestro líder. No hay lugar para doble moral.  Hay que actuar lo que se habla.  

El emitir mensajes “aparentemente” conciliatorios, incluyentes que están vacíos en materia simplemente, ya no “jalan”. El darte permiso de sentir te alínea con el lenguaje de tu alma. Hoy exigimos autenticidad, y esa solamente se da con la congruencia. 

Hoy ya no sólo vendes productos, o haces campañas políticas, hoy vendes valores. Y esos valores reflejan la cultura interna de quien los emite. Y cuando algo no concuerda, cuando hay “disonancia cognoscitiva”, la respuesta natural es el rechazo.  

Así que fíjate muy bien que prediques con el ejemplo, y que el ejemplo que des esté acompañado, en sintonía de lo que predicas. 

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POR BRENDA JAET

@BRENDAJAETK

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