Haz tu denuncia aquí

Devotos de votos o de Botox

Hasta 1969, la edad mínima para adquirir la ciudadanía era de 21 años o los casados de 18 y se necesitaba ser ciudadano para votar

OPINIÓN

·

La biografía de John Stuart Mill, es apasionante, es de las grandes inteligencias que han aportado luces a la humanidad y merecería un artículo dedicado sólo a sus aportes y trayectoria, pero me reencontré con él debido a una exigencia a que fui sometido para tratar el tema de la democracia cuantitativa frente a la cualitativa y que nos llevó, a un punto que aún no está resuelto en la teoría y en la práctica política.

El asunto es si todos los votos valen, cuentan o pesan igual y si cada voto emitido en las democracias modernas vale igual que un sufragio no emitido, o una abstención voluntaria o deliberada. De primera instancia pareciera que sí, pero si nos damos cuenta que aquí las mujeres sólo empezaron a votar en 1955, quiere decir que teníamos sólo una semidemocracia. Mínimo.

Hasta 1969, la edad mínima para adquirir la ciudadanía era de 21 años o los casados de 18 y se necesitaba ser ciudadano para votar. Era una democracia sólo para adultos y cuando casi la mitad de la población era analfabeta.

Ahora todos reclaman que su voto vale más que los de los otros, incluyendo los no votantes, que aducen que su abstención significa algo. Ya hay Iniciativas para poder votar desde los 16 años. Y se puede votar desde el extranjero aunque esté de ilegal o lleve más de diez años fuera del país. Los pobres dicen que su voto debería contar o significar más, pues son los que más requieren apoyo del estado, los opulentos juramos y perjuramos que nosotros somos los que más impuestos pagamos, a veces, y más fuentes de trabajo generamos y por lo tanto cada voto nuestro debe contar más. Los profesionistas, intelectuales, artistas, científicos o técnicos, dicen que son los que realmente mueven el progreso del país y que por tanto su voto debe valorarse más, los campesinos dicen que sin ellos no comemos y por lo tanto debe de entenderse que su papeleta electoral es vital, lo mismo dicen los pescadores y ganaderos.

Pero a la hora de la hora, ya que el montonal de votos llega a las urnas, los gobiernos se vuelven una minoría, siempre, siempre, siempre. Con la pena. Y sin ella. Y esa minoría es la que tiene estudios superiores, aunque sea champurrados, como los de este tecleador de ustedes. La mayoría votante tiene escasamente 7 años de escolaridad y la minoría gobernante tiene mínimo 15 años de educación en aulas.

Aunque hay alcaldes que no llegaron ni a la Prepa. Stuart Mill planteó este asunto desde el siglo XIX en su inmortal obra On Liberty de 1859 y pedía el voto para la mujer en su libro The Subjection of Women, en el 69. Tardó cien años para hacerse realidad. Hoy las mujeres son la mitad de los votos, pero no son siquiera la décima parte del gobierno. Disculpen que los moleste, pero algo anda mal por acá, por allá y por acullá.

[nota_relacionada id=1080505]

POR RAMÓN OJEDA MESTRE

COLABORADOR

ROJEDAMESTRE@YAHOO.COM

eadp