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Coronavirus y narcovirus

La alta mortandad provocada por la criminalidad, no ha sido motivo suficiente para que ordene a su secretario de Seguridad, impartir una conferencia técnica diaria

OPINIÓN

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En su conferencia mañanera del pasado 20 de abril, el Presidente reconoció por primera vez que su gobierno seguía teniendo problemas con los homicidios, y reclamó a los criminales que “ni siquiera por esta situación del coronavirus se habían calmado”.

Lo cierto es que durante el primer trimestre de 2020, el crecimiento del número de víctimas de homicidios dolosos y feminicidios fue apenas del 0.61%, con respecto al mismo periodo de 2019. Un alza marginal, comparada con las tasas de crecimiento en los primeros trimestres de 2016, 2017, 2018 y 2019, en los que la suma de víctimas por ambos delitos se elevó 18.4, 32.1, 21.4 y 9.5%, respectivamente. Es decir, durante los primeros trimestres de 2019 y 2020 (primeros dos años de la 4T), la curva de violencia homicida ha mostrado un aplanamiento, aunque en niveles estratosféricos. De enero a marzo de este año, fueron asesinados 8 mil 829 mexicanas y mexicanos, de estos, hubo un total de 244 feminicidios. En el mismo periodo, se presentaron sólo 29 decesos por coronavirus. Por ahora, en México es más probable morir a causa de las balas, que por SARS-CoV-2.

Sin embargo, a pesar de la inoperante lógica de gobernar a través del stand-up comedy a la que nos tiene acostumbrados el Presidente todas las mañanas, la alta mortandad provocada por la criminalidad, no ha sido motivo suficiente para que ordene a su secretario de Seguridad, impartir una conferencia técnica diaria y presentar los avances y resultados de las políticas adoptadas para apaciguar al narcovirus, así como reducir la curva de asesinatos.

A partir de la pandemia del Covid-19, el Presidente expuso sus limitaciones para ofrecer explicaciones y soluciones técnicas en temas epidemiológicos y otros asuntos de política pública en materia laboral y económica, y por fin cedió el reflector a integrantes de su gabinete, quienes mostraron, para bien, el rostro técnico de la 4T. ¿No sería oportuno replicar el mismo esquema en el gabinete de seguridad para delinear los ejes de una reforma policial que permita robustecer las capacidades del Estado con objeto de pacificar las regiones más conflictivas del territorio?

Si queremos frenar las masacres existen dos pilares en la estrategia. El primero, las policías, pues no podemos mantenerlas con un bajo nivel educativo, sin equipo, derechos sociales, certidumbre jurídica en su función y mejores mecanismos de supervisión y evaluación.

El segundo, la coordinación, pues los gobiernos estatales y municipales han sido impermeables a la política de “abrazos no balazos”, cuyas policías no sólo continúan haciendo la guerra a los cárteles, es probable que sigan brindándoles protección, lo que recrudece la confrontación entre bandas rivales y los atentados hacía fuerzas del orden.

En materia de seguridad priva la descoordinación y la desconfianza entre los tres niveles de gobierno. No se requieren 32 estrategias sino una coordinación nacional que sume los esfuerzos para contener los homicidios por rivalidad delincuencial de manera regional. Desafortunadamente, la postura de López Obrador con respecto a la seguridad, y otros temas críticos, sigue anclada en la polarización y no en la coordinación.

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POR RUBÉN SALAZAR

DIRECTOR DE ETELLEKT

@ETELLEKT_

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