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Una nueva normalidad

Vivimos prisioneros de nuestro tiempo, educados para utilizarlo enriqueciendo a otros y por eso nos agobia tenerlo para nosotros

OPINIÓN

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Definir lo normal es difícil porque, a fin de cuentas ¿qué es normal? Lo que para nosotros es no lo fue para la sociedad del pasado ni lo será para la del futuro. Incluso en el presente hay versiones, todas igual de comunes y habituales.

Si tomamos en cuenta ciertas particularidades, es más fácil perder el parámetro y parece “normal” que cada día 10 mujeres sean asesinadas por ser mujeres —no por robo, accidente ni enfermedad, sino resultado de relaciones desiguales—, o que cada tercer día el aire que respiramos sea perjudicial para la salud.

Es normal comer productos que no nos nutren y beber agua con azúcar, tan usual como padecer diabetes, hipertensión y obesidad.

Normal es que no produzcamos maíz suficiente para alimentarnos e importemos nuestra planta fundacional de Estados Unidos; una cosecha transgénica, porque son naturales las plantas con partes de virus y resistentes a químicos que envenenan los suelos en el que crece lo que se busca proteger.

Son normales los procesos productivos depredadores, como se acostumbra que abramos profundas heridas kilométricas en la Madre Tierra para extraer sus minerales, y cuando no queden más, dejar el desmadrito que se armó.

Normal es acabar con ecosistemas completos y que en un siglo la humanidad provocara la extinción de 10 especies animales, tan común como las zonas muertas e islas de plástico en el mar.

Lo normal es que uno de cada 10 mexicanos concentre dos terceras partes de la riqueza nacional, porque “el pobre es pobre porque quiere” y no porque por generaciones lo habitual son las condiciones de desigualdad, falta de oportunidades e injusticias. Es normal que, teniendo lo necesario, no estemos donde queremos o al menos donde podríamos.

Haga la prueba, revise sus redes sociales virtuales. Seguro vio comentarios de quienes se quejan por quedarse en casa. Dejemos de lado a quienes no pueden, porque viven al día, y aquellos de los que dependen la salud y los servicios básicos de la ciudad.

Vivimos prisioneros de nuestro tiempo, educados para utilizarlo enriqueciendo a otros y por eso nos agobia tenerlo para nosotros.

Aunque lo terrible es que tenemos demasiados pendientes como para perder el tiempo y no aprovechar esta crisis. Podemos, por ejemplo, realizar pequeñas acciones en nuestro entorno que a futuro transformen la realidad. Pensemos en todas esas niñas que hoy miran cómo el feminismo toma las calles y que quizá mañana no puedan concebir “normal” que las mujeres no podíamos ir a las urnas ni ser votadas hasta la segunda mitad del siglo XX.

Ahora es tiempo de imaginar una realidad diferente, más normal, y sentar las bases para que mañana, cuando retornemos a la “normalidad”, ésta se parezca más a la idea utópica que tenemos de ella, y no a la terrible pesadilla que viven cada día millones de mexicanos. [nota_relacionada id=1046071]

POR CIRCE CAMACHO BASTIDA

COORDINADORA DEL GRUPO PARLAMENTARIO DEL PARTIDO DEL TRABAJO EN EL CONGRESO DE LA CDMX

@CAMACHOCIRCE

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