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Pacto de la Concordia

La dinámica del desarrollo y de la evolución social no se ajusta a reglas exactas; cualquier eventualidad puede generar giros violentos

OPINIÓN

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El confinamiento por la pandemia del coronavirus y la disputa mediática sobre la realidad de la crisis y sus consecuencias; el espectáculo de desencuentro y confrontación entre importantes sectores de la sociedad y el gobierno de la República para definir la nueva realidad que se gesta en el caos del trance sanitario y económico que vivimos nos permite comprender con mayor claridad que en el ejercicio de la acción política y de gobierno nadie tiene la clave del futuro.

La dinámica del desarrollo y de la evolución social no se ajusta a reglas exactas; cualquier eventualidad puede generar giros violentos o saltos inesperados hacia direcciones no previstas. Al tratar de advertir el porvenir se construyen escenarios deseables y posibles al corto, mediano o largo plazo, a la luz de acontecimientos pasados y con ejercicios de prospectiva en atención a las condiciones del presente. Pero nadie puede conocer con certeza cuál es el signo del futuro.

Quien profetiza sobre el advenimiento de acontecimientos o fenómenos sociales con la seguridad de las ciencias exactas incurre en charlatanismo, demagogia o mesianismo político. La historia y las ciencias sociales nos enseñan que la planeación política y de gobierno no debe estar fundada en ocurrencias o en visiones univocas del futuro. En el diseño de planes a corto, mediano o largo plazo se deben considerar todos los posibles factores de riesgo, las contingencias probables y la eventualidad de fenómenos de impacto. Todo esto, por supuesto, cuando se tiene una clara visión de Estado y no se confunde a la República con un partido ni se trastocan y confunden conceptos como el de “sociedad” con el de “gente”, o el de “muchedumbre” con “mayorías”.

La crisis sanitaria ha revelado a la sociedad el rostro de ignorancia e insensibilidad, el temperamento, la naturaleza política real y la visión limitada y anacrónica de quienes encabezan hoy el gobierno. Pero el impacto de la verdad revelada no debe convertirse en resorte de peligrosas confrontaciones, ni mucho menos en pretexto para la desestabilización social. La crisis sanitaria y sus efectos no deben carcomer nuestra institucionalidad democrática.

La nueva normalidad debe gestarse en la concordia y en la acción corresponsable de la sociedad frente a la pérdida de la brújula por parte del gobierno y la lucha por el timón de una nave que hoy parece navegar sin destino cierto y en aguas tormentosas. La vulnerabilidad que nos iguala debe convocarnos a transitar unidos de la angustia actual a la confianza en los nuevos tiempos, de la resistencia contemplativa a la acción organizada y consecuente.

La nueva normalidad debe constituirse en el área de oportunidad para impulsar un nuevo pacto social en la concordia, que no busque uniformar opiniones, sino unir voluntades. El proceso electoral que se iniciará en menos de 100 días, puede ser la oportunidad de construir un pacto social que genere nuevas alianzas políticas y ciudadanas que permitan el surgimiento de una nueva mayoría en la Cámara de Diputados, como punto de partida.

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POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO CÁZARES 

COLABORADOR

@JOSEEALFARO

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