El Presidente

Después de todo, él nos acostumbró a través de las mañaneras a una nueva forma de presidencialismo, al retorno del poder centralizado y a que nada se mueve si él no quiere

La cuarentena modifica hábitos, extrema preocupaciones y reclama de las personas una actitud serena, creativa e innovadora. En el encierro, cualquier ventana al exterior se convierte en información que fortalece la esperanza o incrementa los temores. El virus está ahí y hay que escapar de él.

Para los que tenemos el privilegio de poder quedarnos en casa, los medios de comunicación son rendijas desde las que se percibe una versión de lo qué pasa “afuera”. Por ello, la crítica se centra en los voceros del gobierno, en especial en el presidente. Después de todo, él nos acostumbró a través de las mañaneras a una nueva forma de presidencialismo, al retorno del poder centralizado y a que nada se mueve si él no quiere. El presidente define la agenda, anuncia políticas y acompaña a sus secretarios para darle seguimiento a la crisis del Coronavirus. Incluso, el presidente convoca a escuchar un informe en el que no informa nada nuevo y mata cualquier expectativa de solución a la crisis económica.

Afuera, el desempleo crece, las pequeñas y medianas empresas están en riesgo, los números del Covid-19 suben, el peso se devalúa y el sector empresarial, en voz del líder del CCE, Carlos Salazar, marca una franca distancia con el gobierno y responsabiliza al presidente del desempleo que viene. Los especialistas esperan una disminución del PIB entre 3.5 y 8 por ciento para este año. En esas circunstancias, no es posible pensar que la eventual reactivación de la economía pueda prosperar sin un cambio de estrategia, sin un pacto con los sectores privado y social y sin una actitud presidencial diferente.

El problema es que el presidente no entiende. Se trata de una emergencia de salud, enmarcada en una crisis económica y con la permanencia de la inseguridad y del crimen organizado actuando en todo el país. Lo cierto es que la mayoría de la población, lamentablemente los más desprotegidos, serán los más afectados. No se trata de cancelar el pago de impuestos a las empresas, sino de hacer un plan fiscal que permita mantener empleos; no se busca eliminar programas sociales, sino de darles racionalidad en tiempos de crisis; no se pretende suspender los megaproyectos presidenciales, sino de posponer su realización para contar con recursos ante la crisis; nadie pretende destituir al presidente, sino ayudarlo a que se comporte como un verdadero líder, Jefe de Estado y Jefe del Gobierno.

Ante el Coronavirus, nada cuesta reconocer que se trata de un problema externo y que los datos reales, por muy escandalosos que sean, son efecto de una pandemia. Ocultar información solo muestra culposamente que se pudo hacer algo más y no se hizo, como aplicar un mayor número de muestras oportunamente.

La cuarentena rebasará la Semana Santa, la Pascua, el día del niño y muy probablemente el día de las madres y el día del maestro. De eso nos informarán las autoridades. Los efectos de la pandemia transformarán al mundo y México debería estar listo para ello. Mucho dependerá del presidente.

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Por Arturo Sánchez Gutiérrez

Decano Asociado de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública
Tecnológico de Monterrey

@ArturoSanchezG

eadp

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