Un presidente con todo el poder

AMLO se ha visto incapaz de adaptar su plan a las necesidades del momento

López Obrador llegó al poder como cualquier político soñaría: con un margen de victoria de más de 30 puntos, con mayoría en ambas cámaras, con aliados que le permitirían pasar reformas constitucionales y legislaturas estatales alineadas a su proyecto. Empezó a gobernar antes de tomar protesta y asumió el cargo entre vítores y alabanzas.

Recibió una Presidencia sin oposición. El PAN dividido y sin rumbo, el PRI avergonzado y repudiado, el PRD, ya un cascarón. No hay una sola voz en el Congreso que le haga contrapeso ni un solo gobernador que le haya puesto un alto. Si bien existen desde el inicio voces que cuestionan sus acciones, nada le ha impedido hacer lo que quiere y como quiere. Canceló el aeropuerto de Texcoco con una mano en la cintura, ha tenido el financiamiento que ha querido para la Guardia Nacional y el programa de becarios. Se doblan leyes para nombrar a sus preferidos en órganos autónomos y se ignoran procesos si se trata de complacerlo. Lo tiene todo. Es tan poderoso como se puede ser en nuestra democracia.

Llegar al poder con ese margen no sólo le dio al Presidente la capacidad legal para gobernar, le dio la fuerza política para mover mucho más de lo que viene estipulado en normas. Le dio, por ejemplo, la capacidad para convocar a los 200 empresarios más importantes de país y venderles boletos para la rifa de un avión. Le dio la capacidad de organizar a las iglesias para distribuir su cartilla moral y la capacidad de hablar todos los días frente a la prensa y ser escuchado. Un poder ilimitado tiene enormes ventajas para quien lo detenta, pero viene acompañado de una advertencia: el responsable es usted. Lo que suceda o no suceda será porque usted así lo quiso.

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Y hasta hoy, el Presidente no ha querido impulsar una reforma fiscal. No ha dado soluciones para la economía informal. No quiere aumentar la deuda. No quiere aplazar el pago de impuestos para pequeñas y medianas empresas, condenando así a miles de ellas a la quiebra. No quiere convocar a esos mismos 200 empresarios para estructurar con ellos un plan de contención económica. No quiso aprovechar sus alianzas con iglesias para informar oportunamente a la población de los riesgos y las medidas de prevención.

Hoy, mientras la humanidad atraviesa el mayor reto desde la Segunda Guerra Mundial, el Presidente se ha visto incapaz de modificar su plan y redirigirlo a las necesidades del momento. Los mismos programas y recortes que escuchamos el 1º de diciembre se repiten en cada mañanera, como si México fuera a correr una suerte distinta al resto del mundo por mera voluntad presidencial. Mientras miles de personas se han quedado sin fuente de ingresos y los hospitales hacen hasta lo imposible por atender sin insumos básicos, el Presidente más poderoso en décadas usa su enorme capital político para construir una refinería, un aeropuerto y un tren.

POR FERNANDA CASO
FERNANDACASO@HOTMAIL.COM
@FER_CASO

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