La crisis del COVID-19 tiene a todos los gobiernos del mundo en jaque. Nadie pudo anticipar la magnitud de la epidemia y la fuerza con la que ha golpeado a las instituciones de salud pública, es una prueba de fuego para los líderes políticos mundiales. A ello se suma un problema más, la crisis económica, pues aun cuando no son claras todas las consecuencias que el virus traerá, hasta los más optimistas hablan de una recesión económica mundial.
Durante los siguientes años se vivirá un proceso constante de cambio, el COVID-19 trastocará el orden establecido sin que hasta ahora pueda determinarse la magnitud del impacto. Será el momento propicio para los políticos que puedan adaptarse rápidamente a la nueva realidad y proponer soluciones viables para sus gobernados, no parece que la terquedad vaya a ser una buena consejera en los tiempos venideros, la capacidad de adaptación parece ser la clave del éxito o del fracaso.
Si son bien entendidas, las crisis pueden traer oportunidades: de corregir errores, establecer nuevas alianzas y cambiar el discurso; pero si no, también pueden radicalizar las posturas con el riesgo de profundizar las consecuencias. Ésa es la disyuntiva de gobernar ante una crisis, tomar las mejores decisiones adaptándose al momento o seguir con el guión establecido a pesar de su inoperancia.
El caso de México no es muy distinto, dos preguntas sin respuesta nos atormentan, ¿El gobierno tiene la capacidad necesaria para hacer frente a la epidemia? ¿Qué tan profundas y dolorosas serán las consecuencias de la crisis económica?
Ahí los analistas con sus pronósticos, se juegan el prestigio de sus plumas, pero en el caso del gobierno y de la 4T se lo juega absolutamente todo, es de ellos la mayor responsabilidad de que las cosas salgan bien, pues, aunque levantar un país nos compete a todos, ellos son los que gobiernan.
El gobierno mexicano tendrá que tomar decisiones, la mayor de ellas radica en elegir entre la continuidad de su esquema de gobierno, ideado en otras circunstancias o realizar los ajustes necesarios, aunque sean drásticos, para superar la crisis. Es aquí donde puede ser que la ideología choque con la realidad y no se entienda en su totalidad lo que está pasando, lo único que busca la ciudadanía ante la incertidumbre, es la certeza de que el país se está conduciendo por el camino correcto.
Si la necedad en campaña dio buenos resultados, ahora la prudencia debería de ser la gran consejera, son tiempos difíciles y encontrar la solución a esta crisis debe ser prioridad del gobierno, profundizar las diferencias pudo ser rentable, pero no cuando se tiene una epidemia y una crisis económica en la puerta.
Es el momento de dejar los dogmas a un lado y empezar a hacer lo necesario para sacar a México adelante, hace falta un pacto nacional donde todos los sectores de la sociedad se vean representados.
Renovarse o morir, ése es el dilema. [nota_relacionada id=953788]
POR HÉCTOR SERRANO AZAMAR
COLABORADOR
@HSERRANOAZMAR
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