Informar en tiempos del COVID-19

La ciudadanía tiene la responsabilidad de revisar las fuentes de las noticias y las cuentas de quienes las difunden

La pandemia por el COVID-19 cambia las formas de interactuar en la sociedad. Algunos dicen que la emergencia por el virus saca el lado más positivo de las personas: solidaridad, empatía y generosidad; otros tienen una perspectiva más sombría y consideran que genera distanciamiento, individualismo y egoísmo.

En los medios tradicionales y en las nuevas plataformas mediáticas también encontramos esa ambivalencia social. Contenidos falsos que se viralizan en las redes sociales, mensajes que se repiten en cinco o 10 cuentas diferentes alertando de supuestas personas enfermas, brebajes y curas milagrosas, y del otro lado, la difusión de textos científicos, serios y comprobables, expresiones humanitarias y mensajes de aliento.

El derecho a la información tiene una dimensión individual y una social. Su buen ejercicio garantiza la existencia de una sociedad informada, que pueda tomar decisiones y fortalecer otros valores democráticos. Y aunque soñemos con una libertad de expresión absoluta, sí debe y puede tener restricciones encaminadas a mantener el orden, la moral o la salud pública.

En un México informado y conectado, las fake news se comparten más rápido que una buena noticia porque tiene un elemento real que puede venir acompañado de características morbosas, graciosas o sorpresivas. De ahí que algunos usuarios se confunden y no alcanzan a diferenciar una noticia falsa de una cierta.

En momentos de aflicción, crisis y ansiedad colectiva, los medios de comunicación, así como los usuarios de las redes sociales, debemos tener muy claro algunos principios básicos de la ética periodística:

-Los rumores no son noticia.

-Respeto absoluto a los derechos humanos.

-Transmitir sólo información comprobada con objetividad, veracidad y exactitud.

-Las opiniones e interpretaciones personales deben diferenciarse de la información.

-En todos los casos, los nombres de las víctimas se omiten y se utilizan iniciales o datos genéricos como edad, ocupación… ¿por qué no del COVID-19?

Se trata de un tema de corresponsabilidad que debe tomarse con mucha seriedad. Medios de comunicación, autoridades sanitarias y cuerpos de auxilio deben tener presente que un expediente clínico y toda la información relacionada con la salud de una persona es un “dato sensible” que exige medidas de seguridad “altas” y que sólo el titular o dueño de esa información puede dar su consentimiento para que se divulgue.

La ciudadanía también tiene que asumir esa responsabilidad compartida y el deber de revisar las fuentes de las noticias, incluso las cuentas de los usuari@s que las difunden. Y si aún tienen dudas, cruzar los datos con varias páginas, antes de compartir la información. [nota_relacionada id=953788]

POR NALDY RODRÍGUEZ

COMISIONADA DEL INSTITUTO VERACRUZANO DE ACCESO A LA INFORMACIÓN Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES

TRANSPARENCIA3.0@HOTMAIL.COM 

TWITTER: @YDLAN

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