Las crisis se enfrentan de diferentes maneras. En momentos como estos, las ideas, estrategias y visiones pueden ser encontradas, pero no los objetivos por cumplir. Esta crisis tiene tres escenarios que se comunican entre ellos: el de la salud, la economía y la estabilidad social. En todos, el mundo requiere como común denominador a gobiernos capaces, instituciones sólidas y, como nunca en varias décadas, imaginación para replantear el rumbo.
En esta ocasión la sociedad ha sido llamada a ocupar un papel fundamental: el distanciamiento social es la única manera, por ahora, de mitigar la saturación de los servicios médicos, en la espera de que una vacuna detenga el riesgo sanitario que existe. Mientras en materia de salud la ruta está trazada, en lo económico los estragos causados por la crisis pueden ser suavizados si los gobiernos ejecutan políticas públicas emergentes y conducen acciones que transmitan estabilidad. Si la noche será larga más vale saber qué tendremos al amanecer, y en ese “nuevo normal” del mundo, lo que habremos tenido que evitar a toda costa es la pérdida de empleos y empresas.
Allí aparece entonces lo social. Cada empleo perdido arrojará a una situación grave a una familia; se estima que, en Latinoamérica, más de 35 millones de personas que habían superado la pobreza podrían volver a una economía familiar precaria y marginal, cuyos efectos crearán amenazas para la estabilidad de los países. La incompatibilidad del tratamiento, el aislamiento social, con la actividad económica, ubican a esta crisis en una red de complejidad nunca antes vista.
La duración aún incierta del paro económico hace difícil la planeación, pero vuelve indispensable tomar previsiones para aminorar el impacto, y todas ellas pasan por establecer amortiguadores para el ciclo económico. Al no existir soluciones mágicas, el llamado permanente que tenemos que hacer es el de dejar atrás el enfrentamiento político y construir, con generosidad, el diálogo que incorpore la visión de todos para solucionar el panorama.
Generosidad para que todos los sectores sean atendidos y la receta sea la suma de las mejores ideas y compromisos con las causas comunes. Generosidad para entender, desde la ciudadanía, que necesitamos gobiernos que se enfrenten a la realidad sin temor a la popularidad o a las encuestas. Los gobiernos eficaces serán los que puedan superar, desde su liderazgo, la incertidumbre del momento sembrando esperanza. Generosidad para que empresas y trabajadores lleguen a acuerdos que eviten el colapso. Generosidad, desde nuestras familias, para ver por los desfavorecidos y los adultos mayores, manteniendo el aprendizaje para niños y jóvenes. Generosidad para que pronto podamos reabrir el mundo y estemos todos los que estábamos antes de esta crisis. Generosidad para construir de nuevo con solidaridad, con fe en el futuro y con ganas de seguir adelante.
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