El Heraldo, solo; no desolado

Por responsabilidad y prudencia, cientos de personas están trabajando desde sus casas

Llegas a las 7:19 horas al edificio. Piensas subir directo a la oficina a dejar tu bolso de hombre (que tú insistes en llamar “maleta de la compu”), para luego bajar al piso del estudio y las cabinas. Te detienes en el descanso de la escalera, y te vas unas semanas atrás:

“¡Cuánta gente estaba aquí, todavía a inicios de marzo, en las instalaciones de Heraldo Media Group, para entrar a maquillaje antes de ofrecer una entrevista con Alejandro Cacho en TV! ¡Cuántos, haciendo antesala para platicar con Sergio (Sarmiento) y Lupita (Juárez), en radio! O para una sesión de fotos del impreso”. Tu memoria hurga en la anatomía del edificio y vas al piso 3: ¿cuánta gente debería estar en sus lugares subiendo notas que se convertirán en tendencia? Las pocas personas que laboran presencialmente, en estos días del COVID-19, están separadas por varios lugares. Nadie se toca. Trabajan en silencio. No hay selfies con personajes (recuerdas cuando vinieron las botargas de los Trolls a hablar de la película). No estarán Los Curuleros ensayando en la oficina de Salvador García Soto el arreglo de una canción para su sátira política.

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No hay invitados a quienes dar un recorrido por las instalaciones y ofrecerles el espacio de las cuatro plataformas que han levantado con solidez a este consorcio mediático. No hay un Raymundo Sánchez que domine la operación editorial del impreso con la pura mirada. No hay corrillos en el piso de arriba. No hay postjunta editorial de sobremesa. No está Pepe Carreño, el responsable de internacionales, para desmenuzar el mundo y el país con su particular sentido cáustico.

Metros y metros cuadrados de escritorios inmaculados. Computadoras desconsoladas, sin alguien que transforme el lenguaje en ellas. Litros de alcohol en gel esperando dar ánimo para continuar. Te sientes solo. Y tu teléfono vibra, ahí, a mitad de la escalinata. Es el grupo de WhatsApp de “Escaletas Radio EHM”. Es Isaías Robles, director de información de Radio, subiendo los pormenores presupuestados para el programa de Adela, a las 10 de la mañana. Y casi encima de ese WhatsApp, vibra el de “Invitados TV y Radio”, para reconfirmar y avisar de las personas que estarán dando entrevistas, vía Skype o telefónica, en los primeros programas de la mañana. Vibra el de “Consejo Editorial”. Vibra el de “Editores”. Vibra varias veces el grupo de “El Heraldo Digital”. Angel Mieres y Alejandro Arai revisando toda la comunicación y tomando decisiones. Cristina Mieres cocina, literalmente, el siguiente número de Gastrolab.

Links de notas que acaban de subir, actualizaciones de agenda, peticiones de apoyo y sinergia entre plataformas, directrices, “¿tienes motorreportero cerca?”, “¿a qué hora llegan los invitados de Solórzano?, los quiere recibir Franco”. Vibra y vibra el celular.

Recuerdas que una Redacción no la hace necesariamente la presencia. Recuerdas que cientos de personas están trabajando desde sus casas. Sabes que algunas más están en la calle, acopiando información. Miras a los que se quedaron. Volteas y miras varias veces a esa esquina, pegada a la pared en la penúltima fila frente a la cabina de radio, y reposa tu espíritu. Ahora, el que vibra eres tú. Regresas al descanso de escalera donde te quedaste parado. Son las 7:20 horas. Volteas y miras. El Heraldo está solo (por responsabilidad y prudencia). Mas no desolado.

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POR HUGO CORZO

HUGO.CORZO@HERALDODEMEXICO.COM.MX

@HUGO_CORZO

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