La apuesta por las energías renovables

Por deber ético, los gobiernos deberían privilegiar las inversiones en las energías renovables, y con ello cumplir con sus compromisos climáticos

Hay cada vez más voces en el mundo que cuestionan que los paquetes de estímulo económico rescaten a sectores como el aéreo, que dependen de combustibles fósiles. Si bien, por deber ético, los gobiernos deberían privilegiar las inversiones en las energías renovables, y con ello cumplir con sus compromisos climáticos, la razón de mayor peso para hacerlo es simplemente el que hoy, las renovables son una mejor apuesta de negocio que las fósiles. 

Primero, porque gozan ya de costos equivalentes, y en algunos casos más bajos, que los combustibles fósiles, lo que explica el crecimiento espectacular que han registrado en las últimas dos décadas. Segundo, la solar y eólica son tecnologías que no dependen de un combustible que sea un commodity, por lo que su precio no es volátil como el caso del petróleo o el gas.  Así contribuyen a la seguridad energética y a la estabilidad de los mercados eléctricos, elementos valiosos en un entorno de enorme variabilidad en los mercados petroleros, que, entre otros factores, está llevando al sector financiero a reconsiderar sus inversiones de largo plazo en el sector. Tercero, las renovables son una fuente de empleo e inclusión laboral. A nivel mundial, generan 11 millones de empleos, siendo la solar y la bioenergía los empleadores más importantes, y contratan a una proporción de mujeres mayor (32%) que el sector de petróleo y gas (22%). 

Cierto que las energías fósiles tienen la gran ventaja de no ser intermitentes, como la solar y la eólica, y de verse favorecidas por la infraestructura existente. Pero esta ventaja se perdería, si, como parte de la recuperación económica, los gobiernos invirtieran en una infraestructura eléctrica inteligente, que permita la integración de un mayor porcentaje de energías renovables, y en baterías más eficientes. Su ventaja se diluiría aún más si su precio reflejara los enormes costos sociales derivados de sus externalidades negativas, sea por contaminación al aire, y las enfermedades y millones de muertes que provoca cada año; por contaminación del agua y su alto consumo para procesos de enfriamiento en la generación de electricidad (en EU, el uso para estos procesos es mayor que el destinado a la agricultura); o por degradación de los ecosistemas. Las fósiles además drenan las finanzas públicas al recibir enormes subsidios, que en los países del G20 alcanzan los 452 mil millones de dólares al año.

Considerando el envidiable potencial solar y eólico en México, que el presidente López Obrador se rehúse a invertir y, más aún, se empeñe en obstaculizar las inversiones de la iniciativa privada en estas energías atenta contra toda lógica. El Nuevo Pacto del presidente bien podría pintarse de verde, con inversiones en parques solares y eólicos, en una infraestructura eléctrica inteligente y en la promoción de la energía distribuida, generando empleos, reduciendo el precio de la electricidad y sobre todo asegurando su estabilidad, beneficiando a los consumidores, a las PYMES y a los 2 millones de mexicanos que no tienen electricidad, y disminuyendo tanto el consumo de agua, que es cada vez más escasa, como los costos de salud y la erosión de los ecosistemas. 

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POR ISABEL STUDER

DIRECTORA, SOSTENIBILIDAD GLOBAL AC

ISABEL.STUDER@SOSTENIBILIDADGLOBAL.ORG

@ISASTUDER

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