La prensa internacional difundió comentarios del Presidente mexicano cuando afirmó que nuestro país le estaba dando una lección al mundo acerca de cómo solucionar sus crisis con éxito.
Afirmó que México estaba mostrando el camino “antineoliberal” para solucionar la crisis económica.
Después afirmó que, ante la pandemia del Coronavirus, México señala un nuevo camino con la “mejor institución de seguridad social del mundo”: la familia mexicana.
Tan insólitas apreciaciones del Presidente mexicano, combinadas con su recientemente descubierto amor por el Presidente Trump y su confianza en los amuletos religiosos como protección contra el mal, generaron una combinación de asombro e hilaridad en el mundo entero.
Suficiente para reafirmar que, efectivamente, parece que como México no hay dos. Pero veamos por partes la discusión de fondo de este collage de apreciaciones mágico-religiosas medievales del Presidente mexicano.
La afirmación del Presidente de que México le está marcando el camino antineoliberal para salir de la crisis se basa en la idea de que el mundo no enfrenta una situación extraordinaria que amerite respuestas extraordinarias. Según expresó en su informe recientemente, todo sigue igual y México no se conmueve ni con las demandas de necesidades de aprovisionamiento del sector salud ni tampoco con el declive manifiesto de toda la economía, sector por sector. Su idea es que los sectores económicos saldrán adelante por sí solos sin apoyos de gobierno pagando los salarios de todos sin falta y, por tanto, él puede tranquilamente seguir construyendo su tren, su aeropuerto y refinería, absolutamente quitado de la pena. Incluso, según nos enteramos recientemente, puede comprar dos estadios de béisbol. Hay dinero para todo, asegura.
Es extraño que no existe dinero suficiente en el resto del mundo, excepto en México. México es único: tiene más dinero que todos, según afirma. El resto del mundo neoliberal ha reorientado su presupuesto para salvar a sus economías, dejando proyectos específicos para más adelante, con mejores condiciones. México confía en “su gente”, mágicamente, para salir de la crisis.
Mientras tanto acontece otra realidad: se dispara la inflación, el tipo de cambio encarece las deudas y los bienes importados, el precio del petróleo no se recupera y el desempleo crece exponencialmente. A nivel de calle no existe la menor confianza en la “salida antineoliberal” que pregona el solitario Presidente.
Por otro lado, la “gran institución de seguridad social que es la familia mexicana” está en crisis total. Y está en crisis porque no tiene sino una mínima capacidad de respuesta la pandemia. De hecho, ninguna familia en ningún país del mundo tiene capacidad de enfrentar a Covid 19 aisladamente. Las familias, y las sociedades en general, necesitan de instituciones de salud bien estructuradas y financiadas para sobrevivir estas situaciones como la pandemia. Los familiares pueden acompañar a sus enfermos, pero no curarlos. La actitud del Presidente es un claro intento por no asumir su responsabilidad como gobernante que destruyó el sistema de salud sin tener cómo sustituirlo. Es patético constatar como los gobernantes minimizan los problemas, falsean datos (Bonilla dixit) y evaden sus responsabilidades cuando se les obliga a responder por su ineficacia ante el desbordamiento de los problemas.
Ante la creciente crisis de gobernabilidad, el Presidente responde equivocadamente. Su narrativa sobre lo antineoliberal y la familia mexicana sería anecdótica, si no estuviera acompañada de políticas públicas equivocadas. Reacciona como si estuviera en la oposición y en campaña, no en gobierno y con la sociedad horrorizada que pide liderazgo para todos, no solamente para los amigos.
Atiza la controversia y la polarización, como si fuera un animal herido y en huída. Promueve el enfrentamiento entre los mexicanos, probablemente pensando que le es útil la confusión e irritación que fomenta. La idea, en su mente de ocurrencias intuitivas, es que “en río revuelto, ganancia de pescador”. Pero se le olvida, una vez más, algo esencial: es el Presidente de un país, no un bully de barrio.
Y se deja guiar por el consejero peor adaptado a las actuales circunstancias: el libreto ideológico. En vez de buscar amplitud de pensamiento y análisis, de visiones comparadas y diferentes para sopesar las opciones del país en su momento de cruel disyuntiva, incluyendo ideas y opiniones de la oposición, se cierra en un minúsculo círculo de sujetos que piensan como él, que hacen las veces de “yes-men and women” cuya función es ciegamente alabar todo lo que dice, piensa o hace.
Esto no es lo que necesita un país como México. Para ser insólito y exitoso, México necesita divisar rutas flexibles, diferentes e incluyentes. Eso nos permitiría decir, con orgullo, “Como México no hay dos”. Como vamos, nunca. [nota_relacionada id=978900]
POR RICARDO PASCOE
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