Voy derecho y no me quito

La paradoja de lo que vivimos en México es que el mundo, como lo muestra la pandemia actual, es mucho más incierto que nunca

Uno de los distintivos del liderazgo político de AMLO ha sido su extraordinario tesón. Fue lo que lo hizo resistir el embate del desafuero en 2005 y recuperarse del desastre que fue la toma de Reforma tras su derrota en 2006. Fue también lo que le permitió construir su propia alternativa en Morena, y cosechar los frutos del fracaso del gobierno peñista y de la debacle del PAN en 2017-2018.

Pero lo que fue una virtud en el pasado, en la pandemia puede ser una tragedia. Siempre en la política, como lo ha dicho el propio Presidente, tiene sentido trabajar por aproximaciones. Quizá para él ello implica que no se pueden hacer análisis técnicos de enorme profundidad; pero es justo lo contrario. Es cierto que, como indicaba Maquiavelo, al príncipe exitoso lo distingue una combinación óptima de “virtud y fortuna”. Es precisamente por la existencia de elementos impredecibles e imprevisibles que es indispensable la flexibilidad del liderazgo, la agilidad en los reflejos, la claridad del propósito al tiempo que se puede alterar una hoja de ruta que por alguna razón se ha transformado. Y para ello es indispensable el pensamiento analítico. La paradoja de lo que vivimos en México es que el mundo, como lo muestra la pandemia actual, es mucho más incierto que nunca, y que nuestro liderazgo pareciera más inflexible e impermeable al conocimiento que nunca. La hiperconexión de las economías y las personas maximiza los riesgos globales, y la propia abundancia relativa y las crecientes complejidades sociales multiplican las fuentes de estos riesgos y la magnitud de sus impactos potenciales, como es el caso del cambio climático. Y ante esta enorme incertidumbre, contamos con más datos, más poder de cómputo, y más y mejores científicas sociales y de otras disciplinas que nunca. Es decir, si bien los riesgos son enormes, tenemos más herramientas que nunca para enfrentarlos.

Pero no quisiera sumarme al coro de quienes dan por descontado que el Presidente no cambiará de estrategia, una vez más. En el ámbito de salud, aunque a regañadientes, acabó por hacerle caso a los técnicos del sector. Más bien la pregunta es cuándo llegará, y si ello ocurre, ese mismo punto de quiebre en materia de política económica. Porque ahí, a diferencia del resto del mundo, y contra la opinión de quienes tendrían que opinar en su entorno, el Presidente va derecho y no se quita. Eso pareciera significar su frase respecto de que la pandemia le ha venido como anillo al dedo a su intento de cambio de régimen. A que le abre grados de libertad para reorientar el gasto: desfondar fideicomisos, adelantar remanentes de Banxico si pudiera, y si se descuidan las entidades, hasta reorientar participaciones; todo ello no se ha usado para financiar la protección de los empleos o la reactivación económica, sino para los programas y obras paradigmáticas definidas al inicio de su gestión.

No sé cuándo cambiará de estrategia el Presidente, y es válido temer que cambie para empeorar: eso hizo José López Portillo al nacionalizar la banca en 1982. Pero la realidad se le acabará imponiendo a su administración. Y el impacto político será contundente, si no en las elecciones de 2021, incluso antes.

[nota_relacionada id=976907]

POR ALEJANDRO POIRÉ

DECANO ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@ALEJANDROPOIRE

eadp

Aquí puedes escuchar nuestro podcast del coronavirus: