¿Y si la normalidad era precisamente el problema?

En las últimas décadas, la brecha entre ricos y pobres se ha agudizado. El 1% que controla y es dueño del mundo vive de la explotación del otro 99%

Hay una pinta que circula en redes. Está en el metro de Hong Kong y declara lo que el título de esta columna. A mí me parece el más contundente de los documentos escrito o publicado o grafiteado sobre la pandemia. Porque todo lo que teníamos mal es lo que deberíamos revisar ahora que estamos en cuarentena.

En las últimas décadas, la brecha entre ricos y pobres se ha agudizado. El 1% que controla y es dueño del mundo vive de la explotación del otro 99%, y también de la explotación del planeta. Hemos visto a los animales volver, a la población de osos duplicarse en Yosemite, en poco tiempo. Las consecuencias positivas, en términos de emisión de carbono, se dejan sentir. Pero no soy optimista, volveremos sin ningún respeto al ecosistema, ni a los millones de trabajadores que sostienen con su precariedad la vida privilegiada de los ricos.

Se ha escrito mucho acerca de que los “trabajadores esenciales” han visibilizado a esos millones de seres que permiten la vida de las democracias liberales del capitalismo salvaje. Los que recogen la basura, los que sirven en los supermercados, personal de primeros auxilios, quienes cosechan (por no hablar, en otro sentido, de las enfermeras y los doctores). Les podemos aplaudir, pero no quiere decir que después valoremos verdaderamente su papel y haya un aumento general de sueldos, una renta vital (como Podemos está luchando por imponer en España). Seguirán siendo los indocumentados, los inmigrantes, los desechables.

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Foxconn, el gigante chino de manufactura, responsable de 50% de los productos electrónicos que consumimos en el mundo, ya está reemplazando a sus empleados en Shenzhen y en otras de sus plantas con un millón de robots. Phillips ha declarado que podrá reemplazar la mano de obra asiática en la próxima década.

Hay en el mundo 3 billones de personas que representan la “fuerza de trabajo”, 1.5 billones son vulnerables y 1.3 billones ganan menos de 5 dólares al día. Dos billones en edad de laborar en el mundo no trabaja y 500 millones de jóvenes están inactivos, mientras que 168 millones de niños trabajan en condiciones de explotación. ¿Los vemos? ¿Sabemos de su existencia? ¿Los protegeremos cuando volvamos a la calle? Lo dudo. Como decía Marx, el propósito de la labor productiva no es el trabajador, sino la producción de plusvalía. Toda la labor necesaria que no produce plusvalía es superflua y no tiene valor para el capitalismo.

Otra de las cosas que sabemos estaban mal es la semana laboral de 38 o 40 horas. Lo que ha mostrado el trabajo a distancia es que se puede hacer mucho más en menos tiempo. Una de las explicaciones de por qué los casos de coronavirus en California se han controlado mejor es la cultura de trabajar en casa, impuesta por Silicon Valley y la industria tecnológica.

Las universidades no volverán a ser las mismas, ni los espectáculos o los museos. Al menos por un tiempo. ¿Valoraremos más la educación en línea? No soy optimista al respecto. Creo que, como dijo quien pintó el Metro, sería absurdo volver a lo normal sabiendo que eso era lo que estaba, en un principio, mal.

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POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU

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