Conforme nos sumergimos en la relación coleccionamos recuerdos, instantes, acciones y detalles que atesoramos en nuestra mente y corazón y que, en el recuento, definen la conexión y la vuelven significativa.
Amigos y amantes, llamados aficionados en esta circunstancia concreta, aprovechan cualquier charla de café, sobremesa o pausa de cerveza para volver a ellos, evocándolos una y otra vez. A veces tenemos suerte y nuestro auditorio está contagiado del mismo entusiasmo. Otras, aburrimos a quien nos escucha, sin entender por qué ellos no notan con la misma claridad los méritos que nosotros percibimos. A regañadientes aceptamos que cada quien le asigne valor y significado diferente. Pese a todo no podemos evitarlo: con pasión rememoramos una y otra vez la jugada, la acción, la secuencia, el momento.
Y claro, hay malos momentos. Esos que provocan que, en medido de nuestro despecho, maldigamos el error, despotriquemos contra el ingrato, rectifiquemos de pensamiento y palabra aquello que no podemos de obra. ¿Será que si decimos mil veces cómo debió tocar el balón, hacía dónde debió girar, cómo el compañero debió adelantarse a auxiliarlo y cómo todos debieron actuar, podemos meter ese gol que nos hubiera salvado de la sepultura a nuestro marcador? Creo que una parte de nosotros está convencida de que si no es a la mil será a la mil quinientas; eso sería una explicación racional para esa necesidad de desahogo compulsivo.
Ante esta sequía de noticias deportivas me gustaría invitarlo a usted, lector, lectora, a describir sus momentos mágicos. Yo le describiré los míos en ésta y próximas columnas, sin otro afán que compartir con ustedes los sentimientos que me despertaron. Agradecería sus comentarios y propuestas para nutrir esta tarea.
Quiero empezar con una que, por su relativa cercanía en el tiempo, todavía está muy a flor de piel en mí y tal vez en ustedes también: el gol del Chucky Lozano a Alemania en el pasado Mundial Rusia 2018.
Sin duda, la jugada está llena de acierto, calidad y técnica, pero el contexto y las circunstancias es lo que desborda de emoción el momento.
Recordemos un poco el porqué:
Además de la importancia que tiene un juego mundialista, éste, ante la selección más poderosa y protagonista de la historia, era muy significativo.
Nuestra Selección además había generado dudas en su desempeño y, a pesar de contar con grandes jugadores, los resultados y la forma de jugar dejaban mucho que desear.
El partido inició bien para México, que tuvo algunas oportunidades para abrir el marcador, gracias al sorpresivo planteamiento de nuestro entrenador, pero el tiempo pasaba sin que se concretaran.
Después de casi media hora de partido, la tensión en nosotros los aficionados empezaba a elevarse. Fallar o perdonar ante los teutones es casi ya una derrota; sin embargo, la inspiración y el deseo de triunfo del equipo produjo una jugada sensacional.
Héctor Herrera se barré y le saca el balón al delantero alemán. El esférico llega a los pies de Héctor Moreno quien lanza un pase largo al Chicharito. Él se apoya de primera en Guardado, quien le regresa de inmediato el balón. Hernández, de nuevo en posesión, arranca a toda velocidad, pero se topa con un par de defensas; por la izquierda e igualmente rápido, Chucky intenta llegar al área y ser una opción para el contra golpe. Chicharito le sirve el balón. Lozano, con su inmensa habilidad, recorta al defensa alemán y en dos tiempos golpea el esférico venciendo a Manuel Neuer, uno de los mejores arqueros del planeta.
Mientras los comentaristas de radio y televisión de varios países hacían su narración, los mexicanos en el Estadio Luzhnikí de Moscú saltaron de sus asientos, en una ola improvisada y perfecta que junto con el grito de gol atravesó el Atlántico y retumbó en todo México. Familias y amigos brincaron a abrazarse y no pocos lloraron de alegría.
Chucky y la Selección Mexicana nos habían regalado uno de los momentos más felices y apasionantes de la historia colectiva del futbol nacional.
[nota_relacionada id=949630 ]
Por favor, manden sus sugerencias y propuestas. Abrazos.
POR GUSTAVO MEOUCHI
GUSTAVO_MEOUCHI@YAHOO.COM
lctl