Cuando pase la emergencia sanitaria, el mundo tenga una vacuna y el frenético ritmo de nuestra vida regrese a su curso, muchas cosas habrán cambiado. Lo que está pasando habrá de transformar el mañana. En el camino, hay algunas primeras lecciones que debemos tener en cuenta y que forman parte de la base que tendrá la nueva cara del futuro.
Hace unos días, Barack Obama bien dijo que “esta crisis nos ha recordado que el gobierno importa, que los hechos y la ciencia importan”. En sí, el mensaje es tan simple que cobra una dimensión enorme: hacía mucho que los gobiernos no eran puestos a prueba en una emergencia y mucho menos una global. Así, en esta dificultad hemos podido dimensionar el liderazgo y capacidad de quienes gobiernan, pero también de las instituciones de cada nación.
En cada país, la ciudadanía busca al gobierno esperando información, la estrategia y los rescates. Los gobiernos importan porque queda claro que salir de esta crisis dependerá de la capacidad de gestión de cada nación para ajustarse y reaccionar. La duración de las crisis sanitaria y económica pasa por el gobierno y, por lo tanto, luego de décadas en las que la democracia liberal diluyó al mínimo la presencia del ente todopoderoso, hoy las dudas tienen que ver con su intervención. Nos preguntamos sobre la inversión en salud y tecnología; la existencia o no de la renta universal; el seguro de desempleo, la protección de adultos mayores y el salario del personal médico.
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La primera lección está en el redimensionamiento y rediseño de los gobiernos. Mientras que la disciplina de los países en Asia logró mitigar la emergencia y ya hay indicios de recuperación y pronósticos de crecimiento futuro, la Unión Europea decidió aplicar la austeridad a rajatabla. EU, en medio de un proceso electoral, salió al rescate de empresas y consumidores, pero Latinoamérica parece hundirse más en su errático proceder. Algunas fórmulas parecen universales, pero lo que define la reacción es el punto de partida y la capacidad de los gobiernos para atender la crisis.
En el futuro, los ciudadanos volverán a ser protagonistas, porque tendremos que encontrar un equilibrio que restituya la tranquilidad, relacionada con la eficiencia gubernamental. Mucho tendrá que ver en ello que los mejores hombres y mujeres estén al frente de las grandes decisiones; que la ciencia y la salud ocupen lugares prioritarios y que al final recobremos la confianza en las instituciones. Recobrar la certidumbre sobre la resiliencia y retomar el progreso y desarrollo está atado a la capacidad para actuar organizadamente. Las primeras lecciones son contundentes: el futuro no es lo que era, pero puede ser aún mejor.
[nota_relacionada id=973394 ]POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS
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